Del Blog de Santiago González

Cada vez que tocan elecciones autonómicas en el País Vasco desde que Iñigo Urkullu desplazó de Ajuria Enea a Patxi López, ya va para ocho años, él hace que muchos vascos hagan suya la determinación de Woody Allen en aquellas presidenciales de noviembre de 2000, en las que compitieron por ocupar la Casa Blanca George W. Bush y Albert A. Gore. Allen publicó una tribuna en el diario El País (qué tiempos aquellos) bajo un título memorable: “Votaré al soso”.

Luego está lo de la participación, que aquí, si es alta, favorece al PNV y si es pequeña, también. Siempre habíamos creído que los vascos votaban menos en las autonómicas que en las generales y que esa era la ventaja del nacionalismo, pero la noche del escrutinio fue amarga para el constitucionalismo. Con una participación record, el PNV sacó mejores resultados que nunca. Y ayer con la participación desplomada, los que fueron a las urnas votaron mucho al soso que se alzó con 32 escaños, el máximo histórico que habían conseguido en 1984, justo antes de la excisión de Eusko Alkartasuna.

Y así fue como los ciudadanos vascos (y las ciudadanas vascas, naturalmente) se pusieron a votar a Iñigo Urkullu como un solo hombre y una sola mujer. No es que sus predecesores en Ajuria Enea fuesen la alegría de la huerta desde que Arzalluz destronó a Carlos Garaikoetxea. Basta pensar en Ardanza o Ibarretxe para relativizar la sosería de Urkullu.

El PNV superaría con holgura la mayoría absoluta, pero más por méritos propios que por la aportación de sus socios del PSE, que se quedan en los nueve escaños que han tenido durante la legislatura o quizá gana uno. El PP ha cumplido sus peores expectativas en Euskadi: su alianza con Ciudadanos le ha hecho perder cuatro escaños, después de poner ellos los votos y los apoderados.

El PNV ha ganado cuatro escaños y EHBildu, 5. Los dos partidos nacionalistas ocupan las tres cuartas partes del Parlamento de Vitoria. Hay por otra parte un análisis necesario sobre el papelón de los dos socios de la coalición progresista. El PSE se mantiene o gana uno mientras Elkarrekin Podemos pierde más de la mitad de su representación: de once escaños pasa a cinco. Casi nada comparado con lo de Galicia, donde las Mareas han sido arrasadas por el BNGa, y han perdido en su favor los 14 escaños que tenía. Pablo Iglesias ha visto despeñarse su representación en las dos comunidades de 25 escaños a seis, sin que el doctor Sánchez pueda sacar ningún consuelo de ello. El PSGa ha perdido el segundo puesto en el podio en favor del BNGa y no ha conseguido hacerse con uno solo de los escaños perdidos por la Mareas.

¿Qué decir de Ciudadanos? Que era ya un cadáver antes de la jornada de reflexión y que no parece muy probable que el PP vaya a repetir una hazaña tan incomprensible de pagar la factura para que su socio se quede con la mitad  de la representación. Vista desde ahora y aunque puede haber pequeños ajustes por el voto por correo, la nueva representación que se arrogaban Podemos y Ciudadanos ha venido a quedarse en poca cosa. Y Pedro Sánchez ha vuelto a equivocarse en las cuentas.