JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC 07/07/13
· Qué les pasa a los barceloneses críticos con el dispendio municipal del falseado «Tricentenario» (de 1714)? Que son «gente enferma». Lo ha dicho el alcalde Xavier Trias, médico pediatra. La enfermedad nos la puede haber pasado la mosca que llevamos detrás de la oreja –más bien un moscardón cazador de abejas– por la infinita generosidad del Ayuntamiento para con la Generalitat. Según la oposición, la deuda asciende a 441 millones de euros, de los que sólo se reconocen 236. El gobierno de la ciudad, que tiene un corazón enorme, quiere renunciar a la morterada, por eso provisionó 136 millones al cierre de 2012. Para el doctor Trias, lo primero es la entrega a los demás (a los de Mas), y lo segundo –o tercero– Barcelona.
¿Qué les pasa a Ciudadanos y al PPC, partidos catalanes que han decidido no participar en la Comisión del Derecho a Decidir? Que son «negacionistas». Lo ha dicho el jefe de filas parlamentario de CiU, Jordi Turull. Negacionista es término infamante reservado para los negadores del Holocausto. Colgar etiquetas pringosas al adversario político y al discrepante, de forma sistemática, es, de momento, la parte más sucia del famoso «projecte». De «negacionistas de la historia de Cataluña y la realidad», nada menos, ha acusado concretamente Turull a los dos partidos que se resisten al juego trucado de Mas y Junqueras. Que el PSC prefiera sentarse a esa mesa antes que acompañar a los apestados constitucionalistas certifica la caída de Pere Navarro en la espiral amoral y semántica del nacionalismo crecido, cuya principal incidencia social no tiene que ver con los dineros ni con las competencias, sino con la alteración del significado de las palabras.
¿Qué les pasa a los que ven en el sintagma «derecho a decidir» una fuente de problemas? Que los problemas los van a tener ellos. Lo ha dicho CiU, oficialmente, en un tuit sombrío de navajero: «La animadversión hacia el derecho a decidir de sectores españoles o partidos en pleno siglo XXI no puede salir gratis». Con lógica alarma e indignación, Albert Rivera le ha reprochado la amenaza a Artur Mas. La respuesta presidencial informa de lo siguiente: 1) Él no ha redactado el tuit. (¡Oh, vaya, Mas no se encarga personalmente de las amenazas!) 2) La expresión «no puede salir gratis» significa, dice, que los contrarios al derecho a decidir perderán votos. ¿Ah, sí? Entonces el president cree que a las elecciones se presentan «sectores españoles» además de partido políticos propiamente dichos. A Ciudadanos, por ejemplo, van a tenerlo por sector español, cosa sospechosísima, más que por partido. O eso, o la aclaración presidencial es caca de vaca. Subyace en el enfrentamiento parlamentario donde el tuit fue leído una respuesta implícita e inequívoca a Rivera: ya ha entendido usted lo que queremos decir. Esa y otras señales amenazadoras explican la frase lanzada a Mas por el líder de Ciudadanos, de reminiscencias zolianas: «Yo le acuso a usted de todo lo que pueda pasar en Cataluña en un futuro». Añadió: «Dejen de hacer apología del odio y respeten a aquellos que piensan diferente».
JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC 07/07/13
¿Qué nos pasa a los catalanes? Que estamos muy contentos porque ahora podremos apoyar al gobierno nacionalista de una forma novedosa y fehaciente. Lo ha dicho el Gobierno Mas: se van a crear ficheros informáticos de adhesión política. Lo cual equivale, corriendo el tiempo, a la división del censo –o de la abogacía, o de los contratistas públicos, o de los docentes– en dos grandes grupos: afectos y desafectos. Sé que esta deriva totalitaria parece mentira. Pero está pasando hoy en Cataluña.