DAVID GISTAU – ABC – 21/02/16
· «Un momento histórico español se ha convertido en una infumable telenovela de luisalbertos, franciscojosés y machos castigadores»
· Las negociaciones «El exceso de transparencia ha convertido el cortejo en un espectáculo banal»
· El líder del PSOE «Sánchez ha decidido hacerse valer. Pasar por una enamorada que no se rinde fácil»
· El Timonel de Podemos «Cuando Iglesias dice que se propone pasear a alguien es inevitable el escalofrío histórico»
Apesar del dramatismo, casi diríamos la tensión histórica del momento, ciertas cosas impiden tomárselo en serio. Entre las más notables por su contenido autoparódico están las maniobras nupciales de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, un espectáculo de la naturaleza que, en vistosidad, queda ubicado entre el cortejo de la avutarda clueca y los códigos del abanico con los que se enviaban picantes mensajes clandestinos los enamorados de cuando había chistera y leontina.
La «fábrica de amor», como alude a Podemos su Timonel Pablo Iglesias, que siempre que se pone retozón tiene el plan quinquenal en la epidermis del sentimiento, es una intromisión fabril, industrial, en este romanticismo de la formación de gobierno que apenas se nos compensa cuando recordamos que a la Amanda de Víctor Jara había que ennoviarla junto a la puerta de la fábrica, mojada la calle, la lluvia en el pelo. Sólo los burgueses se aman sin una fábrica al fondo y sin que los apremien en el beso las sirenas del cambio de turno.
«Pasear» a la muchacha
Carlos Herrera utiliza un delicado eufemismo para referirse a los amoríos incipientes: dice que eso es «pasear» a una muchacha. Pese a las connotaciones mortuarias que lo de «pasear» a alguien adquirió en la España contemporánea, el verbo me gusta porque me recuerda las relaciones que se transparentan y se hacen oficiales mediante el paseo delante de todos los vecinos del pueblo. Como cuando Michael Corleone paseaba a la bellísima Apolonia, en un preludio nupcial, por las calles del pueblo siciliano en el que había encontrado refugio después de asesinar en Brooklyn al «Turco» Sollozzo.
Cuando Pablo Iglesias dice que se propone pasear a alguien, es inevitable el escalofrío histórico, pues no sabemos hasta qué punto quiere llevar este hombre el anacronismo distópico. Pero, en el caso de Pedro Sánchez, con quien ansía ser visto para formalizar la relación, el concepto de paseo se parece más al que manejan Carlos Herrera y Michael Corleone. Hasta ha salido uno ofreciéndose como chaperón, Alberto Garzón, que haría el mismo papel que la vieja vestida de luto que caminaba detrás de Michael y Apolonia y los obligaba a separarse cuando el roce era intolerable por prematuro.
El exceso de transparencia y la verbalización de todas las nimiedades que se les pasan por la cabeza han terminado por convertir el cortejo de Sánchez e Iglesias en un espectáculo banal comparable a las notitas de amor y los despechos que circulan por el patio de un colegio. La gente adulta no da tanto la tabarra con los preliminares y las adolescencias ofendidas por un plantón. O por una actitud excesivamente macarra, que es la que parece molestar a Pedro Sánchez.
El secretario general del PSOE se está comportando un poco como Olivia Newton-John en «Grease». Esperaba ser cortejado por el chico ideal y atento que conoció en la playa utópica de la izquierda. Pero, en cambio, se ha encontrado con un pandillero con tupé, jefe carismático del gang de la izquierda chunga, que lo sojuzga y le impone condiciones dominantes que no son las que debe tolerar una princesita socialdemócrata. Sólo en las canciones de Loquillo se cae rápido en brazos del malote barrial.
Sánchez ha decidido hacerse valer. Vender cara su flor. Pasar por una enamorada que no se rinde fácil a los galancitos del progreso, por más que estos llenen la avenida residencial con el ruido de sus motocicletas, augurio fatal para los mercados. Y, para ablandar a Iglesias y hacerle olvidar sus presunciones de conquista fácil, Pedro Sánchez ha recurrido a la estrategia más manida en la historia de los desfloramientos y los bailes de graduación: poner celoso al candidato dejándose ver con otro.
En este caso, con el chico más antagónico posible a la pandilla de Iglesias: el «nerd» de Ciudadanos, que es el novio ideal para que venga a buscarte a casa sin llenar de congoja a papá. Hasta le dejaría las llaves del coche. Sánchez no va en serio con Rivera, obviamente. Sólo aspira a completar las aspiraciones conyugales con Iglesias rebajando primero la altanería dominante de éste. La verdad, un momento histórico español se ha convertido en una infumable telenovela de luisalbertos, franciscojosés, machos castigadores y reinas de la belleza que se hacen las estrechas.
DAVID GISTAU – ABC – 21/02/16