A partir del examen minucioso de un libro escolar de Historia utilizado en un centro público de Navarra, el autor se pregunta si los responsables educativos y los padres están al corriente y se interesan por los textos que llegan a manos de los alumnos.
Una familia amiga de la Cuenca de Pamplona, sabiendo que desde hace años me preocupo de “qué se enseña y se aprende aquí”, frente a una indiferencia general de los responsables de la educación, me trae uno de los textos que su hija Petri estudió el curso pasado en un colegio público.
Leo el volumen de cabo a rabo. Lo leo y lo vuelvo a leer, y una vez leído y releído, consulto con algunas personas doctas algunos extremos en los que puedo tener duda. Se titula “Ingurunea”, que podemos traducir literalmente como contorno, derredor, y, más formalmente, como medio ambiente o entorno. En portada interior se precisa un poco más: “Inguruaren ezaguera” (conocimiento del medio o del entorno). Pertenece al ciclo tercero (“hirugarren zikloa”) de la Educación Primaria (“lehen hezkuntza”).
El libro de texto, 202 páginas, editado por Elkarlanean argitaletxea (editorial) de San Sebastián, e impreso en Gráficas Lizarra, de Estella, lleva fecha de 2002, se enriquece con muchos dibujos, fotos y mapas en color, y tiene como autores a Jaione Lasa, Manuel Arregi y Txiliku; el dibujante es Luis Astrain, y los mapas son obra de Joxemari Telleria, Luis Astrain y Elhuyar.
Está dividido en seis capítulos: 1) “Planeta urdina” (el planeta azul): el universo, la tierra en el universo, cambios de la superficie terrestre, etc. 2) “Ikertzaileak gara”(somos investigadores): materia, materia y energía, las máquinas… 3) “Bizitza: beteten ez den soka”(la vida que no continúa sólo mirando): animales y plantas, reproducción de plantas, animales y seres humanos, ecosistemas… 4) “Europan zehar” (a través de Europa): mapas y planos, continentes y océanos, relieve de Europa, montes y llanuras, clima… 5) “Ecutan ordaindu, mesedez”(en euros, por favor): población, Estados de Europa, economía y sus sectores, unión europea… 6) “Eta atzerrian, zer?” (¿y en el extranjero, qué?): razas, culturas europeas, pueblos europeos, prehistoria, los primeros pobladores de Euskalerría, los monumentos prehistóricos, Euskalerría en tiempos de los romanos, la edad media, la batalla de Roncesvalles, el reino de Navarra, América antes y después de la colonización, Europa en el siglo XV, los euskaldunes en el mundo, Bilbao puerto mercantil, el carlismo y los fueros, la nueva sociedad, las primeras técnicas…
Los protohistóricos mapas de Euskalherria
Dejo por ahora el comentario sobre las tres primeras partes, donde, al igual que en las restantes, los dibujos, las fotos y los mapas es lo que más atrae la atención del lector. En la página 11 aparece, en pequeño tamaño, “Euskal Herria Europan” (Euskalerría en Europa), con un espacio en rojo que comprende, naturalmente, la actual Euskadi, Navarra y lo que los nacionalistas vascos llaman Iparralde (Norte), al estilo de los jacobinos franceses del XVIII.
Tras los mapas físicos, orográficos, fluviales y climáticos -donde sí aparecen algunos montes, cabos, golfos y ríos de la Península Ibérica-, aparece el mapa de los Estados de Europa, en el que “Espainia” es uno de ellos, con su capital “Madril”, sus habitantes, superficie, etc. Muy deficiente es el mapa de la Europa industrial, en lo que atañe a España, donde la “mancha” fabril no cubre, por ejemplo, los espacios de Vigo, Valladolid-Palencia, centro de Cantabria, Álava, Navarra, Zaragoza, o La Rioja…, y sí, en cambio, Asturias, como si el mapa estuviera dibujado hace sesenta años.
“Los pueblos de Europa” tienen también su mapa, el mapa de la “Europa de los pueblos”(“herrien Europa”), que, se añade con chunga, “pocas veces hemos visto”. Y, como era de esperar, el espacio geográfico de España se divide entre “Espainia”, Galicia (G), Euskalerria (EH) -que incluye, como siempre, Navarra y el País Vasco francés-, y Cataluña-Valencia-Baleares (HK), que quiere decir Pueblos Catalanes. ¿El criterio de “pueblo” es la cultura? Si, como dos páginas antes se reconoce, la cultura de un pueblo la componen la lengua, las costumbres, creencias, tradiciones, maneras de vivir y otras especificidades, ¿qué cultura existe en Euskadi, Navarra o la Comunidad Valenciana y Baleares?
Más curiosamente aún, Francia aparece dividida entre Bretaña, Córcega, “Frantzia”, y casi la mitad inferior del País vecino marcada por la sigla “OK”, que significa Occitania, o región de la antigua lengua de “oc”. ¡A eso llaman “pueblo”! ¡Si los de Niza, Tolón, Marsella, Tolosa, Pau, Dax o Burdeos se enteran!
En el primer párrafo de esa página se dice con toda intención que muchos de los territorios europeos “piden ser dueños de su cultura y de su organización política”, lo que provoca conflictos (“gatazkak”) en más de una ocasión. Y se citan los casos de Irlanda del Norte, Chipre, Córcega, Euskalerría, Kosovo y Cataluña. “Los asuntos de las naciones dentro de los Estados, de los pueblos y culturas disminuidos (minorizados) existen también en esta Europa unida o en camino de unirse”. La actual Unión Europea no entusiasma precisamente a los autores del libro.
Los vascos, solos y únicos
Para mostrar a los primeros pobladores neandertales se dibuja de nuevo el mapa de la Euskalerria oficial y se apuntan algunos de los yacimientos protohistóricos descubiertos en ella, como los de Isturitz, Urbasa o Murba. No se mencionan, en cambio, yacimientos vecinos, famosos en la historia de la humanidad y del arte mundial, pero que están un poco más allá o un poco más acá de esa rígida frontera nacionalista: los cercanos de Atapuerca o Altamira, sin ir más lejos.
El mapa correspondiente a la época de los romanos señala el territorio de los autrigones, caristios, várdulos, vascones y aquitanos, que desbordan visiblemente el espacio de la oficial Euskalerria, pero no se citan otros pueblos colindantes, excepto los berones, y ya veremos por qué. Los autores no deben de estar informados sobre los descubrimientos ibéricos-celtibéricos de los últimos años en Viana, Echauri, Andelos o Aranguren, todos ellos en la Navarra media, y deben de pensar aún que aquí hubo sólo vascones.
Los mapas de los tiempos de los primeros bárbaros, de los visigodos o de los árabes mantienen siempre el mismo mapa oficial nacionalista, de modo que el alumno se acostumbra sin duda a pensar que ese mapa llega desde la protohistoria, y que, como dice el axioma sabiniano, ¡ahí siempre hubo un pueblo, unido y compacto, sin mezcla ni confusión, el pueblo vasco que habló siempre el euskara, en pelea continua con los demás.
No existió Hispania
Los textos, que son breves, no hacen más que completar un poco los mapas. Así, por ejemplo, leemos que el año 201 antes de Cristo “los romanos llegaron a Euskalerria” o que “los euskaldunes estaban divididos en tribus: vascones (“baskoiak”), várdulos, caristios, autrigones, aquitanos y berones”, lo que no deja de ser incierto; no se incluye en cambio a los vecinos cántabros, los verdaderos resistentes a los romanos, con los que durante siglos se ha equiparado erróneamente a los vascones.
Los autores el libro escolar, por lo visto, tampoco se han enterado de las divisiones de la Hispania romana en ese tiempo, de las ciudades romanas en territorio vascón, de las grandes vías que cruzaban nuestro suelo, de los muchos soldados vascones que pelearon en los ejércitos romanos, y ni siquiera de la “Cohors II Hispanorum Vasconum”( la cohorte segunda de los vascones hispanos).
A la hora de hablar de los visigodos no aparece siquiera la palabra Hispania, ni la corte de Toledo, ni los concilios, ni el cristianismo, ni la Pamplona visigoda, ni su sede episcopal ya, por lo menos, desde el siglo VI; más adelante se dirá que en el siglo XI “la fe cristiana se extendió totalmente entre los euskaldunes”, cuando frailes, abades, etc., introdujeron el cristianismo, tras “arrinconar las viejas creencias de los euskaldunes”, la de Urtzi y Mari, que se citan más arriba. El alumno, que no ha leído hasta ahora nada del cristianismo, ni de los mártires cercanos, ni de los santos y misioneros de los primeros siglos, lo dará tal vez todo por bueno.
En el mapa de la época posterior, en el territorio oficial inventado muchos siglos después, sólo hay, además de euskaldunes, visigodos abajo y francos arriba de ese ámbito. Las tribus (¿por qué tribus?) de Euskalerria sólo se dedican a luchar contra unos y otros. Algo parecido sucede con el período del dominio musulmán, cuando en todo el centro y sur de España, que para los autores del libro no es más que “la Peníntsula”, sólo hay árabes (“arabiarrak”). Por el contrario, la “batalla” de Roncesvalles merece mención y dibujo; Carlomagno “pasó por Euskalerria” camino de Zaragoza, y la Pamplona de los cronistas carolingios es sólo “Iruñea”. La figura de Roldán, todo un mundo en las literaturas europeas, ni se nombra.
Los Fueros… de Euskalerría
En el capítulo del “Reino de Navarra” se dibuja un mapa donde el Reino de Navarra (“Nafarroako Erresuma”) llega hasta más arriba de Burdeos, cosa que nunca ocurrió; al Reino se le llama Reino de Iruña y en otro mapa Condado de Iruña (“Iruñeko Konterria”). Según el texto escolar, las leyes escritas de Euskalerría se llamaron después fueros (“foruak” o “lege zaharrak”) y no se nos dice ni su nombre -como si todos fueran uno y lo mismo- ni la lengua en que estaban escritos. Lo que sí se dice que la lengua del pueblo -¿de qué pueblo?- era el euskara, aunque también “y por desgracia siguieron escribiendo en latín”. ¿Sólo en latín y no en romance?
El alumno se queda sin saber nada sobre el nacimiento de la lengua castellana, mayoritaria en esa Euskalerría durante siglos y ahora mismo, ni de sus relaciones con el euskara; ni de la Reconquista y los muchos poblamientos, en los que participaron no sólo nuestros reyes sino tantas gentes de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, súbditas casi siempre de los reyes astur-leoneses y luego castellanos, de cuyos reinos y su estrecha relación con el de Pamplona-Navarra no se dice ni pío. Ni siquiera se nombran los hijos y nietos de Sancho el Mayor (“Antso III.a Gartzes Nagusia”) -único monarca citado junto a Eneco Haritza-, que reinaron en toda Hispania.
Como era de imaginar, al llegar al descubrimiento de América, Cristóbal Colón, incluida la foto cimera del monumento de Barcelona, se lleva el protagonismo. De repente salen a escena los Reyes Católicos de España (“Espaniako Errege Katolikoek”), cuyos nombres y fotos no se dan esta vez, y el alumno se queda sin saber qué es eso de España, de reyes y de católicos, y, por descontado, qué fue el descubrimiento, conquista y evangelización de América, pues todo queda reducido, en tres líneas, a rapiña, destrucción y opresión.
Algo más se dice, sí, en el capítulo siguiente sobre “los vascos en el mundo”. Se citan unos cuantos vascos en América: Lope Agirre, Joan Garai, Frai Joan Zumarraga, Joan Sebastian Elkano, Andres Urdaneta y Migel López de Legazpi -ellos no se llamaban ni se escribían así-, pero sin la menor referencia a la Corona de Castilla y de España, bajo la que se embarcaron, guerrearon, descubrieron o evangelizaron, y a la que sirvieron, lo mismo que otros cientos de vascos que se hicieron famosos en las cortes de los Austrias y Borbones españoles, y a los que en textos como éste se les ignora y se les oculta. De esos pocos vascos que se citan en la Nueva España no se dice que robaran, destruyeran y oprimieran; ¡quizás ellos fueran la excepción! El que ha sido tenido, sin base alguna, por los nacionalistas vascos como euskaldún y hasta patrono del euskara, san Francisco de Javier, no merece ser recordado siquiera; para qué decir el patrono de Guipúzcoa y Vizcaya, el servidor de los Reyes Católicos y de Carlos V, después fundador de la Compañía de Jesús, san Ignacio de Loyola.
En fin, en los tres párrafos que se dedican a los Fueros y el Carlismo (“Foruak eta karlismoa”), tras decirnos sin más que el 21 de julio de 1876 las Cortes de España aprobaron una ley por la que se aniquilaban los Fueros vascos, se añade que para defenderlos, hubo en Euskalherria muchos alzamientos y luchas (“borrokak”) con el nombre de “karlistada”. ¡El triple lema de “Dios, Patria y Rey” (patria y rey españoles) debe de ser un cuento que nos contaron en otros tiempos, antes de que la Constitución española de 1978 hiciera posible un Gobierno nacionalista vasco!
¿Qué es esto?
Tratándose de textos de un sistema escolar (sub-sistema, propiamente), que intenta sobre todo “la construcción de una nación” y la creación de una soñada identidad ancestral, no debieran tal vez sorprendernos ni mucho ni poco.
Cualquiera, por otra parte, se preguntará si este texto o similares respetan los contenidos de los programas aprobados por el Ministerio de Educación y por la Comunidad Foral de Navarra.
De la misma manera podría preguntar a los presidentes de Gobierno, de Parlamento, parlamentarios, consejeros y directores de Educación, directores de centro, inspectores, profesores, asociaciones de padres, padres y madres…, desde 1987 para acá, si conocían /conocen estos textos o similares que estudiaron/estudian sus alumnos navarros o sus mismos hijos, y si están de acuerdo con ellos o no.
Si no lo están, por qué callaron /callan. Y, si lo están, pues ahí los tienen.
Víctor Manuel Arbeloa, DIARIO DE NAVARRA, 17/2/2004