CRISTINA LOSADA – LIBERTAD DIGITAL – 27/05/16
· ¿Qué se nos ha perdido en Venezuela? La pregunta y su implícita respuesta, «nada», corretean por declaraciones políticas y titulares. Sobre todo desde que Albert Rivera fue allí invitado por el Parlamento y, en concreto, por la oposición al chavismo post-Chávez. Hay quienes interpretan que Rivera ha querido trasladar la campaña electoral española a Caracas, y lo encuentran muy lamentable. Hay quienes le reprochan que haya utilizado la visita para darle caña al partido Podemos. Bien. Como entre los que censuraron ese viaje están dirigentes del partido Podemos, habrá que convenir, al menos, en que también ellos han aprovechado la ocasión para sacudir a Ciudadanos.
Si diéramos por buena la lógica de los reproches, ningún dirigente político español podría hablar de problemas y crisis que suceden más allá de nuestras fronteras en precampaña y aún menos en campaña, esto es, prácticamente nunca. ¿O hay crisis de las que es más lícito hablar que de otras? ¿Se podía celebrar la victoria de Tsipras en Grecia por todo lo alto, pero no recordar la profunda crisis griega? ¿Se puede hablar de la crisis de los refugiados (cosa que no se hace, por cierto), pero no de Venezuela? Y, remontándonos a una decena de años atrás, ¿no hubo toda una época preelectoral centrada en la guerra de Irak y la foto de las Azores? Claro que sí.
En cualquier caso, en Venezuela sí se nos ha perdido algo. No sólo porque haya allí cientos de miles de españoles afectados, y tengamos aquí a muchos ciudadanos venezolanos. La falta de democracia, ejemplificada en el acoso a la oposición y la detención de sus dirigentes, es una pérdida que debe preocuparnos y ocuparnos, como también las penurias que padece la población. Si es un problema hablar de Venezuela porque eso perjudica al partido Podemos es que el problema lo tiene el partido Podemos. Pero ¿lo tiene?
Francamente, no entiendo que los dirigentes de Podemos crean que les hace daño su asociación con el chavismo. Esos vínculos suyos ya eran públicos y notorios mucho antes de que se celebraran las elecciones generales de diciembre, y no parece que afectaran a su voto. A los cinco millones y pico de españoles que votaron a Podemos y grupos coaligados no les importó que Iglesias, Monedero o Errejón hubieran sido asesores y turiferarios de Hugo Chávez. Sus halagos al caudillo, las lágrimas que vertieron cuando murió, sus discursos poniendo a Venezuela como referente para España y Europa, el dinero que recibieron del Gobierno venezolano, todo eso era conocido y se les recordó una y otra vez en tertulias y debates. Con el resultado, nada baladí, de cinco millones de votos.
Ignoro las razones por las que a tantos votantes les da igual que los líderes de un partido crecieran políticamente a la sombra del chavismo. Quizá suponen que en España no podrá pasar nunca lo que ha pasado en Venezuela. Y hay que decir que muchos venezolanos, allá a finales de los 90, tampoco creían que pudiera pasar algo como lo que pasó. Otra posibilidad es que les mole el chavismo, encuentren admirables los logros de la revolución bolivariana (consiguió un importantísimo descenso de la pobreza, se dice siempre en respuesta a cualquier crítica) y se identifiquen con su discurso del odio, su maniqueísmo ramplón y su señalamiento de culpables internos y externos. A fin de cuentas eso lo hace muy bien el populismo, y es por lo que se vota a los populistas.
Sea como fuere, era preferible cuando Iglesias elogiaba sin rebozo a Chávez y su régimen. Preferible, es decir, a su fingida toma de distancia de ahora. A esa hipocresía jesuítica con la que afirma «no me gusta que haya presos políticos en ningún sitio» –no le gusta, como no le gustará la cerveza caliente- para deslizar acto seguido, en la misma frase, que Leopoldo López es un terrorista.
CRISTINA LOSADA – LIBERTAD DIGITAL – 27/05/16