Miquel Giménez-Vozpópuli
- Que existan especímenes calificándote de facha por no pensar, es un decir, como ellos, me llena de orgullo y satisfacción. Como diría el clásico, vamos
Jamás como ahora ha sido tan abundante la nómina de personas adictas al fascismo si nos atenemos a podemitas, separatas y sanchistas. También es verdad que la mayoría de esta selecta tropa de genios no han oído hablar nunca de Marinetti, el movimiento futurista, D’Annunzio o Ezra Pound. Excuso decirles que todavía conocen menos a Giménez-Caballero o a Onésimo Redondo. José Antonio debe de sonarles, así como Mussolini, pero tampoco es que pudiesen dar una charla acerca del pensamiento inspirador del fascio, cantar Giovinezza ni explicar en qué consistió la Marcha sobre Roma o quien la financió.
A Franco lo tienen más en la cabeza porque para eso los medios del régimen se ocupan de resucitar día sí, día también al dictador que fue fascista cuando le convino, pro norteamericano después, tecnócrata en los sesenta, monárquico según depende y siempre, siempre, franquista. Ustedes perdonarán la excursión histórica que he intentado abreviar para no ser farragoso, pero como el apelativo facha está tan de moda me ha parecido oportuno precisar qué es y qué no es eso del fascismo, un régimen en el que el Estado lo es todo y el ciudadano como individualidad no es nada, con una economía autárquica, un fuerte componente religioso – ojo, no confundamos fascismo con nacional socialismo – y una militarización de las estructuras sociales.
Corren tiempos de ilustres ágrafos, de personitas que con cacarear como loros cuatro consignas acaban por colocarse en lugares en los que se trabaja poco y se cobra mucho
Otro ejemplo. Un individuo de sesenta y tres años al que acaba de detener la policía tras colgar un vídeo en las redes sociales en el que llamaba a asesinar Mossos, quemar las casas de los policías con sus familias dentro, quemar las sedes del PP o de Cs, a que nos dieran leña a esos “periodistas hijos de puta”, en fin, que los fachas no tenemos derecho a la vida. Todo un Robespierre separata residente en Argensola, comarca del Anoia. Cuando lo fueron a detener, cuál no sería el pasmo de los agentes al descubrir que el señor, de nombre Joan Galobart, tenía una plantación ilegal de marihuana. Más de cien plantas.
Lo de la chica se hace más difícil de explicar, tan mona, tan rubia, tan con pinta de pija de Pedralbes. Aunque puedo asegurarles que el odio es una droga mucho más poderosa que cualquier otra
Y ustedes se dirán que a lo mejor, eso habrá influido en este hombre de aspecto ciertamente asimilable al de un miembro activo del Terror revolucionario. En cambio, lo de la chica se hace más difícil de explicar, tan mona, tan rubia, tan con pinta de pija de Pedralbes. Aunque puedo asegurarles que el odio es una droga mucho más poderosa que cualquier otra. Hitler lo sabía. Por eso, además de Pervitin, les daba a sus soldados su dosis diaria de ese opio envenenado llamado supremacismo y violencia. De ahí que con estas gentes no quepa posibilidad de discutir acerca de qué es y qué no es fascismo. Ni siquiera de si la tierra es plana. Solo saben que somos unos fachas y punto. Comprenderán que cuando semejantes ignorantes te califican del modo que sea, singularmente de fascista, sea un placer constatar lo anémicos que son sus cerebros. Pero, cuidado, porque esa vacuidad la llenan con ganas de hacernos la piel a la mayoría. Y ahí si que no cabe más que lo que dijo en su día Vidal-Quadras: ley, orden y Guardia Civil. O eso, o nos llevarán a la guillotina.