IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Seguimos con los anuncios de nuevos recortes en las previsiones de crecimiento. Esta vez le ha tocado a Laboral Kutxa, una institución prestigiosa y gran conocedora de nuestra realidad, que hace pocas semanas nos daba noticias esperanzadoras, no solo para el crecimiento esperado para el año que termina sino también para la crucial cuestión de la inflación. Sin embargo, ayer nos pintó un cuadro más sombrío. Recortó al 5,7% el crecimiento de la economía vasca, bajándolo desde la previsión anterior del 6,3%. En cualquier caso, seguimos por encima de la media nacional, un consuelo. Peor es lo de la inflación que, en lugar de una bajada próxima en el tiempo, como esperaba incluso el BCE, ahora prevé un repunte, otro más, durante el primer trimestre del 2022, para normalizarse (un término demasiado ambiguo y muy poco comprometedor) a lo largo del año.

Parece evidente que, mientras los precios no se calmen, las cosas van a estar crudas por culpa de la compresión de los márgenes. Desgraciadamente, los culpables principales de la subida de la inflación ofrecen productos cuyos precios están sometidos a un esquema de ‘competencia’ ciertamente original. Como habrán comprobado, los productores de combustibles se reúnen a la luz del día en sesiones casi públicas en las que previamente anuncian si van a reducir sus producciones, para que suban más los precios; o las van a aumentar para que bajen. ¿Han oído algo en ese sentido?

En competitividad nos gana nuestro principal competidor, Madrid. A pensar…

Si fueran productores de cemento, de acero o de aluminio, saldrían esposados de esas reuniones por atentar tan gravemente en contra de la libre competencia. Pero ellos salen rodeados de micrófonos y en medio de una nube de fotógrafos, camino de las limusinas que les esperan en la puerta. Es decir, los padecimientos que soportan las empresas para subir los precios de sus productos, muy encarecidos por la energía, en un intento de mantener los márgenes, no tienen nada que ver con los de ellos. La capacidad de pelear los precios de la energía es prácticamente nula y la de subir los de los productos propios está sometida a negociaciones durísimas y dilatadas en el tiempo de las que siempre se obtienen resultados parciales. Por eso cuesta tanto encontrar razones que justifiquen la confianza en un rápido retorno a la normalidad. Y recuerde que aún nos queda la segunda ola de presión de costes, cuando se inicie la renovación masiva de convenios laborales.

Bueno, pero el martes tuvimos una buena noticia con la publicación del estudio del Colegio General de Economistas que nos situaba en muy buen lugar (entre el segundo y el tercero) en los índices de competitividad regional. Podemos alegrarnos por ello, sin olvidar dos pequeños matices. Uno, que quien nos gana en todos ellos es nuestro principal competidor. Obviamente no es lo mismo que nos sobrepase Extremadura (dicho sea con todos los respetos) a que lo haga Madrid. Y otro es que nuestra competitividad fiscal se sitúa cerca de la madrileña, cuando hablamos en términos generales, pero cuanto más avanzamos por la escala de ingresos mayor es la diferencia. ¿De verdad que podemos prescindir de quien más impacta en la inversión y en la generación de nueva empresas? A pensar…