IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • Aguirre, del Foro Ermua, prefirió la orfandad ideológica a la mentira

Nos guasapeábamos todas las semanas utilizando siempre el mismo encabezamiento afectuoso -querido Iñaki, querido Antonio- en esta época, tan desconcertante en las fórmulas de cortesía, en la que un pariente cercano se puede despedir de ti con «un cordial saludo» y en la que, en cambio, te mata a besos en un email la relaciones públicas de una firma informática con la que solo tienes una relación comercial. Hablo de Antonio Aguirre, mi colega del Foro Ermua al que un energúmeno de la parroquia sabiniana le propinó una patada en los testículos hace ya quince años en las puertas del Palacio de Justicia de Bilbao el día en que comparecía Ibarretxe ante el Tribunal Superior por reunirse con la Batasuna ilegalizada. Antonio falleció el pasado 16 de septiembre sin que yo lo supiera. Su último guasap lo recibí el día 13. El que yo le envié el día 20 no tuvo respuesta y eso me hizo pensar que las cosas no iban bien.

Llevaba años con graves problemas de salud que le empezaron a surgir en la época posterior a la dinamitación desde dentro del movimiento cívico. Yo creo que Antonio tenía un gran corazón que se rompió con todas las escisiones del constitucionalismo. Creo que no entendía y le superaba ese afán por la división que tiene tanto nuestra sociedad civil como nuestra clase política y que en estos días llega a su apogeo desde la izquierda hasta la derecha; desde la casa de los líos que escenifica nuestro Gobierno (PSOE, Podemos, IU, Cataluña en Común, la plataforma de Yolanda…) hasta la riña a garrotazos que se trae la oposición (PP, Ciudadanos, Vox, ahora el proyecto de Olona…) y que es un regreso a la sopa de letras de la Transición. Yo es que creo que la división del átomo no se produjo en 1919 en la Universidad de Manchester, sino en un caserío de la primera guerra carlista.

Antonio fue sindicalista de la UGT y militante del PSE. De la primera se dio de baja por los casos de corrupción en 2013 y del segundo le habían expulsado en 2007 tras firmar la querella contra Patxi López por reunirse con la ETA política. Era lo contrario al clásico sociatilla que no se va del partido porque es como esos curas que no creen, pero que no pueden dejar los hábitos porque se les ha quedado cara de curas y ya no tienen en la vida otra opción. Antonio prefirió la orfandad ideológica a la mentira. Y esa honestidad no estaba reñida con su sentido del humor para los peores momentos. Recuerdo que, cuando recibió aquella famosa patada en los genitales y se estaba retorciendo en el suelo, yo traté de consolarle diciéndole al oído:

-Piensa en la foto, Antonio, esto es una victoria moral.

-Sí, sí (me respondió él con voz doliente), pero preferiría que la patada te la hubieran dado a ti.