- La única explicación que le veo es que Page estuviera de broma, que haya ironizado con la memoria impuesta a Sánchez, y a través de este a nosotros
Contra la opinión de Page, el hecho de que Suárez hubiera sido franquista, gobernador civil de Segovia y Jefe del Movimiento, o director general de la caja tonta (cuando no era tan tonta), no convierte al Gobierno de la UCD en franquista. Un Gobierno es democrático si –como todos los de UCD– surge de unas elecciones libres fruto de un proceso democrático bajo condiciones democráticas. En el año 1977 eso ya se cumplía, y así siguió sucediendo hasta el aplastamiento, también democrático, del partido en 1982. Sostener que aquellos gobiernos eran franquistas es una estupidez impropia de Page, hombre generalmente cabal. Además, es una canallada. Aunque seguro que de este aspecto es inconsciente mi presidente autonómico. La razón es simple: está asumiendo la memoria dizque democrática diseñada por el brazo incorrupto de la ETA. A los legatarios de los carniceros les parece que la democracia no empezó hasta entrado el primer gobierno de Felipe González. Según esa lógica, el primer Gobierno del PSOE también fue franquista en su primera etapa.
La única explicación que le veo es que Page estuviera de broma, que haya ironizado con la memoria impuesta a Sánchez, y a través de este a nosotros (que te lo crees), por los albaceas de los asesinos, secuestradores, extorsionadores y torturadores. Si Page estaba en realidad criticando la memoria inducida, entonces le pido disculpas por lo de la estupidez y por el titular. Sobre la canallada, ya he dicho que solo podría haber incurrido en ella de manera inconsciente. ¿Cómo suscribir si no divisiones históricas trazadas por la hez de la política española (a su pesar, o no)?
Como fuere, no quiero poner en el foco a mi presidente autonómico, que tan calurosamente me acogió cuando dejé Barcelona, a diferencia del PP castellano-manchego, que insistía en llamarme «paracaidista». Tan paracaidista era que seis años después sigo viviendo en Toledo. Cuando me encuentre con don Emiliano cerca de la Sinagoga del Tránsito, o en el Quiosco Catalino, podemos charlar un rato, si tenemos tiempo, sobre algo que subyace en nuestra Transición a la democracia: la absoluta desconexión de la realidad que sufría la izquierda española de mediados de los setenta. Única explicación para pedir el voto en contra en el referéndum para la Reforma Política de 1976. El resultado: por encima del 97 % de síes, por debajo del 3 % de noes. La reforma iba en serio, de la ley a la ley se levantó en poco tiempo una democracia de verdad, homologable a las primeras del mundo. Nos convertimos en ejemplo para las naciones que perseguían una democratización pacífica. Y fue obra de franquistas, como Suárez y el Rey, que dejaron de serlo. Sus actos inequívocos lo prueban, no hay discusión posible. Las dudas sobre legalizar al PCE las tenían algunos en el PSOE, no Adolfo Suárez. Y si ahora, casi medio siglo después, la democracia muere, será, sobre todo, por culpa del PSOE. De Sánchez, y también de los que le ladran y nunca muerden.