Juan Carlos Girauta-ABC
- Lamento que te hayan destrozado la carrera política. Un abrazo, querido amigo
Debo ser corto, Pablo, porque no logro entender la lógica de la política profesional, y eso que la he practicado cinco años, que no es mucho pero es bastante. Si hubiera sabido que soy tan corto no habría sido candidato de Ciudadanos cinco veces; una por año de media, la época no era estable. Y si lo hubiera sabido el pueblo soberano, no me habrían elegido las primeras cuatro. Eso sí, al primer fracaso, fuera.
Muchos muertos de hambre y de idiotez insisten en las redes, esa cloaca, en la acusación de que me estoy buscando un puestecito. Para su padre el puestecito. Son merluzos carentes de valores y nunca entenderán que a alguien le preocupen genuinamente la libertad y España sin más, sin querer vivir de ello. La explicación viene en ciertos conocimientos herméticos de origen egipcio que saltaron de civilización en civilización y que solo algunos iniciados manejamos. Ahí va: para el noble todo es noble; para el ruin todo es ruin.
Ahora que todos te dan por muerto políticamente, al punto que no sé si leerás esta columna como todavía presidente del PP o como un lector más del ABC; ahora, digo, es cuando se muestran las cartas. Es en estos momentos, querido Pablo, cuando empieza el espectáculo de la bajeza humana, que en política se multiplica por siete veces siete. Es ahora cuando tu círculo de confianza te negará tres veces y solo podrás contar con tu familia y con tus amigos. Es ahora cuando nadie salvo un tío tan corto como yo se va a exhibir diciendo que eres un hombre honrado, que salvaste al PP en su peor momento (hasta ahora), que fuiste un adversario político impecable, que comparto contigo tantas cosas.
También debo decirte que tendrías que haber escuchado más a los que no vivían de tu partido ni aspiraban a ello, a quienes solo quieren libertad y España. Porque en torno a los líderes políticos se forma siempre una corte de aduladores, se desata el group thinking, se forma una cámara de eco. Y entonces pierdes el contacto con la realidad.
Nunca olvidaré que el día después de dedicarte una página entera en este diario bajo el título de Caín —donde te reproché con dureza tu discurso contra Abascal en aquella moción de censura—, para decirte acto seguido que cancelaba el almuerzo contigo, pues no le veía sentido a hablar con quien tanto erraba, tú no hiciste lo que hacen los líderes políticos, y hasta cualquier concejalillo: mandarme al cuerno o bloquearme en el móvil. Lo que hiciste es esperar a que se me pasara el cabreo, retomar la cita y ser tan franco y afectuoso como siempre. No me refiero a ese afecto de mascarilla sonriente de Pasapalabra. Ya sabes lo que quiero decir.
Por todo eso, y porque hará unos quince años que te aprecio, y por nuestras coincidencias judeófilas, y porque no me creo que tú hayas encargado ningún informe contra Isa, lamento tanto que te hayan destrozado la carrera política. Un abrazo, querido amigo.