¿Quién dijo miedo?

EL MUNDO 12/12/16
SANTIAGO GONZÁLEZ

TENGO A punto de mesilla las memorias que Juan Luis Cebrián ha titulado Primera Página, como la antepenúltima película de Billy Wilder. Tengo gran interés por leerlas; su autor es un testigo privilegiado de esa etapa que hemos convenido en llamar Transición. Hay, sin embargo en El País, ese diario en cuya lectura nos formamos tantos, una entrevista al autor que reproduce una afirmación bastante matizable en la modesta opinión de un servidor: «El miedo funcionó en la Transición como motor de consenso». La frase es textual. En el mismo párrafo añade una observación muy razonable: «Eso fue la Transición: un acuerdo entre españoles que miraban al futuro y renunciaban a hacer las cuentas del pasado».

No es cierto que hubiera miedo entre los españoles, aunque sí nervios y, sobre todo, ilusión y expectativas. En la izquierda, muchas más de las que permitía la realidad. Vayamos a los hechos. Las elecciones constituyentes se celebraron en junio de 1977. El PSOE había sido legalizado cuatro meses antes y el PCE, dos. Y aquellos dos partidos que habían sido legalizados ad hoc hicieron un papel más que decoroso: Los socialistas (PSOE+PSP) sacaron 124 escaños, 39 más de los que 39 años después obtendría Pedro Sánchez Pérez. El PCE, bestia negra del franquismo desde la Guerra Civil, obtuvo 20 diputados, resultados que mejoraría en tres escaños en la primera legislatura constitucional (1 de marzo de 1979). Y nunca más, nunca, volvieron a alcanzar los comunistas españoles resultados parecidos, hasta desaguar en los dos escaños de Izquierda Unida en diciembre de 2015.

Aquel año de nuestras primeras elecciones había empezado con el terrorismo recrecido, ETA por su camino y el Grapo secuestrando al presidente del Consejo de Estado, Antonio María de Oriol y Urquijo, y al teniente general Villaescusa Quilis. El mismo mes se produjeron los asesinatos de los abogados de Atocha, crimen que sacó a la calle la primera manifestación multitudinaria de la izquierda, en una lección de pundonor y de civismo que llevaron a Suárez a inscribir al PCE en el Registro de Partidos tres meses más tarde. No parece que el franquismo coaccionara a un personal que reclamaba libertad con tanto brío.

Miedo es una palabra con sobrecarga semántica aplicada al caso que nos ocupa. Con toda seguridad serían más aplicables conceptos como: sensatez, cautela, cordura, tacto, acierto, mesura, juicio, precaución, moderación y una docena larga de sinónimos que me voy a permitir ahorrarles. Lo que había, en mi opinión, era memoria de la dictadura y ganas de superarla, como demostró el resultado del Referéndum para la Reforma Política, del que se cumplen 40 años el próximo jueves.

Lo que me preocupa es que Cebrián carga el morral de los populistas con un término inadecuado. Si entonces actuamos con miedo debemos replantearnos todo. Juan Carlos Monedero lo teorizó hace unos años en un libelo que tituló La transición contada a nuestros padres. Pensé que quizá hubiera sido más conveniente el título Mi inmaculada concepción contada a mi madre o Cómo enseñar a un padre el know how de la procreación. Después de María de Nazareth, no habrá existido en occidente mujer tan sorprendida por el fruto de su vientre como la madre de Monedero.

Es necesario que los periodistas nos expresemos con rigor para evitar desbarres y no confundir la prudencia con el miedo. Les pondré un ejemplo. Ahora mismo me gustaría pensar que esta columna está escrita con valor, aunque muy probablemente sólo sea temeridad.