Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Europa nos va a dar 140.000 millones y nuestro Gobierno social y progresista va a destinar 1.800 al resto de países necesitados

Empezamos la semana con el gran acuerdo alcanzado en Bruselas que nos promete un río de dinero, la mitad en forma de crédito y la otra como subvenciones. La noticia es muy buena, pues en primer lugar coserá una buena parte de la cicatriz que la pandemia va a provocar en las cuentas públicas y en segundo, permitirá aplicar programas para ayudar a las personas más afectadas y a las empresas más necesitadas. Ya veremos luego como es la letra pequeña del condicionamiento que puede ser incluso favorable, al menos para quienes pensamos que una cosa es hacer esfuerzos descomunales para atajar los problemas de hoy y otra bien distinta trasladar a las generaciones futuras la insoportable losa de una deuda insuperable.

Pero enseguida se torcieron las cosas. Primero el anuncio de un ajuste de plantilla de 500 personas en Tubacex y luego otro de 600 en ITP, que daban paso el viernes a la publicación por el Eustat de los datos de caída del PIB y de aumento del paro en el País Vasco. Ambos han sido desastrosos. No sólo son los peores registros en tiempos de paz, sino que han resultado mucho peores que las peores previsiones realizadas por el propio Gobierno vasco y por todos los que se han atrevido a anticipar el futuro. Se lo recuerdo: El PIB se ha venido abajo en un 20,1% y el empleo ha caído en un 19,8%.

Pero ya hemos hablado de todo ello a lo largo de la semana. Hoy quería contarle otras cosas. La primera es que me ha sorprendido mucho la actitud de los muchos que calificaron de insolidaria la actitud de la UE y que le exigían un esfuerzo de comprensión y solidaridad con los países del Sur. Al ‘pobre’ Rutte, el primer ministro holandés capitán de los frugales, le han llamado de todo menos bonito. Y a Merkel y Macron de timoratos hacia arriba. Pero una vez constatado que va a haber 750.000 millones de euros en ayudas, de las que ‘disfrutaremos’ de 140.000 millones en España, las críticas han desaparecido pero las alabanzas y los agradecimientos no han aparecido.

¿Es Europa ese modelo de ingratitud e insolidaridad que nos han dibujado o un oasis mundial de seriedad y buen hacer? No sé, usted mismo. Para verlo mejor podemos comparar actitudes y revisar cifras relativas. Esta misma semana hemos tenido los datos de las ayudas que España va a destinar a paliar la crisis en aquellos países menos afortunados que no pertenecen al espacio europeo y que padecen la crisis con mayor impacto al tener economías mucho más débiles que la nuestra. Bueno, pues serán 1.800 millones en total. Es decir, la Europa insolidaria nos va a dar 140.000 millones y nuestro Gobierno social y progresista, solidario, comprensivo, caritativo y hasta cariñoso va a destinar 1.800 millones al resto de países necesitados. Vale, esto se explica y califica por sí mismo.

Pero no es todo. Una vez definidos los dineros que vamos a recibir -si nos portamos bien, claro-, queda por decidir su reparto posterior. Como era de esperar, las comunidades autónomas se han lanzado sobre el botín y cada una hace sus cálculos que, al igual que sucede con el sistema de la financiación autonómica que tanto atormentó a Pedro Solbes, a sus antecesores y a sus sucesores, conforman un auténtico ‘sudoku’, prácticamente irresoluble.

A mí me preocupa este guirigay pero me asusta mucho más el mero hecho de que las 17 autonomías piensen y preparen 17 planes de reconstrucción. Porque una cosa es que cada una tenga sus propias especificidades, que habrá que tener en cuenta, y otra bien distinta que cada una tire por su lado, haga de su capa un sayo y de su conveniencia particular un teorema universal.

La crisis económica actual provoca impactos diferentes en cada lugar pero tiene un origen idéntico en todos ellos, que es la falta de demanda. Y en ese apartado estamos todos en pie de igualdad. ¿No habíamos quedado en que o nos salvábamos todos o no se salvaba nadie? ¿En que no íbamos a dejar a nadie atrás? Pues eso. Las bellas palabras no pueden quedar arrumbadas por los bajos egoísmos.

De entrada, el lehendakari Urkullu no piensa asistir a la conferencia de presidentes donde se debatirá sobre el reparto. Mal hecho. No podemos ocultar detrás de nuestro régimen económico especial nuestras viejas rencillas políticas ni aprovechar tan triste ocasión para sumar puntos. Si ahora no es tiempo de grandes espíritus y de mentes abiertas ¿cuál lo será?.