Manuel Montero-El Correo

  • Ojalá el PNV dejara de pensar que sus competidores son una alegre muchachada, equivocada, pero con buenas intenciones. Tienen demasiado lastre, y qué lastre

Andoni Ortuzar suele destacar por sus metáforas pragmáticas, nada de retóricas barrocas, pero esta vez no ha estado atinado al comparar a la izquierda abertzale con la vaca que «daba mucha leche, pero luego daba una patada al balde y no servía para nada». Es una figura arriesgada. Primero, porque las nuevas generaciones no sabrán establecer la relación entre vaca, leche y balde; y, sobre todo, por la sugerencia de que Bildu consigue mucha leche… Bastaría quitar el balde del alcance de sus patas para llevarnos a Jauja. Quizás quería sugerir que lo definitorio de la izquierda abertzale son las coces, pero quedan en el segundo plano de la alegoría. Menos mal que los nuevos votantes pensarán que la leche llega en los tetrabriks, por lo que la parábola no les dirá nada.

Así, nos hemos metido de hoz y coz en las elecciones autonómicas que, como suele ser habitual, se presentarán como la más grande ocasión que vieron los tiempos. Esta vez, por una cuestión que es trascendente… hasta cierto punto. Se dirime la hegemonía en el nacionalismo, si Bildu ganará al PNV. Sobrevuela la idea de que, si sucede así, podría formar Gobierno con el apoyo del PSE.

El CIS asegura que no llegará la sangre al río, que el PNV mantendrá su primacía. A los jelkides les habrá recorrido un escalofrío al leerlo; como el CIS no da una desde hace tiempo, lo interpretarán como un augurio de catástrofe. De todas formas, lo fundamental -la formación de Gobierno- no se deducirá en sí mismo de los votos si los resultados electorales se parecen a lo que anuncian las encuestas. Da lo mismo que haya ‘sorpaso’ o no, salvo para sacar pecho y decirse los mejores.

Hoy por hoy, el Gobierno no se deriva inmediatamente del resultado electoral. Los socialistas, terceros en el ránking y acostumbrados al papel de segundones, podrían formar Ejecutivo con PNV o con Bildu, al gusto, sin que nadie pueda quejarse de que quede fuera el partido mayoritario, pues se ha convertido en costumbre, con la colaboración activa de los tres concernidos.

Salvo la alternativa del diablo -un pacto PNV y Bildu, hoy inverosímil, pues a los padres les gusta hacer carantoñas a los hijos, pero manteniéndolos en su sitio-, queda la sensación de que todo estará al albur de la decisión de Sánchez: si la veleta marcará orientación izquierdista o preferirá considerar al PNV un partido progresista, sin que cuente el pasado tenebroso de Bildu, ya absuelto… Tal decisión dependerá de lo que le venga mejor para mantenerse en el poder. En esto la ventaja la lleva el PNV, pues dejaría cualquier apoyo parlamentario si siente que le arrebatan ‘su’ Gobierno vasco, mientras Bildu no echará de menos lo que no ha tenido nunca y además podrá seguir ordeñando a los socialistas (territorialidad, referéndum), antes de dar la patada al balde. Otra cosa es si cambian las circunstancias y Sánchez se ve forzado a salir del Gobierno (puede pasar cualquier cosa con el guirigay catalán, el lío que tiene a su izquierda con Podemos ansioso de venganza y los sobresaltos que generan ya los socialistas). Un cambio de alianzas en el País Vasco podría servir de lenitivo o como hito en la carrera hacia el abismo. Pero eso no será para hoy.

Sorprende que el PNV se lance ahora a «despertar a la sociedad vasca», dizque frente a la presunta agenda oculta de Bildu, tras tanto tiempo de reírle las gracias. Bienvenido sea el llamamiento si significa que el PNV despierta ya.

Conviene advertirle que el problema no es (solo) la agenda oculta, ni si Bildu es capaz de derramar la leche a patadas, sino que, por lo que sabemos de la izquierda abertzale tras tantas décadas, su producto es tóxico en sí mismo. No se arrepiente de sus apoyos al terrorismo y puede rasgar la convivencia hasta extremos hoy inimaginables. Ojalá el PNV dejara de pensar que sus competidores son una alegre muchachada, equivocada, pero con buenas intenciones. Tienen demasiado lastre, y qué lastre.

Extrañamente, en estas elecciones en las que los nacionalistas se lanzan a degüello, en las que el soberanismo probablemente conseguirá su mejor resultado y tendrá luego sus mayores oportunidades políticas (por contagio de lo que suceda en Cataluña), el debate se ciñe a preocupaciones mundanas, en un país dado a votar por los sueños. El PNV habla de que nuestro bienestar está en juego. Bildu, de que promoverá avances sociales -se ven como una especie Robin Hood robando a los ricos para dárselo a los pobres, o al revés-. El PSOE da palabra de no pactar con Bildu, sin que nadie les crea y sin prometer que dimitirán si les llega tal orden. ¿Serán un dique contra el independentismo, como aseguran? Cuesta verlos en el papel, ahora que se amoldan a quien lleva el látigo. Lo mismo podrían decir que serán un muladar, a juzgar por sus últimas gestas en materia de soberanismos y convivencia.