JUAN ANTONIO GARRIDO ARDILA-EL MUNDO

El autor considera que el liberalismo ético sostiene las ideologías de Cs, PP y PSOE, aunque defiende que al partido de Albert Rivera le corresponde fungir de faro que atraiga a los constitucionalistas al liberalismo.

EL PASADO febrero, en el discurso de clausura de la convención del Partido Socialista Europeo, Pedro Sánchez apuntó: «Dejemos de llamar liberal a quien no es liberal», en palmaria alusión a Ciudadanos –que, desde su fundación, se ha definido como liberal– y al PP –que se denomina liberal conservador–. Y, poco después de esa arenga, Cs presentaba su «feminismo liberal» ondeando el lema «Soy liberal» de Clara Campoamor. Al hilo de esta suerte de disputas semánticas, en que unos y otros reivindican y proclaman su comunión con el liberalismo, hace muy al caso preguntarse quiénes, hoy por hoy, son los liberales.

En Liberales: Compromiso cívico con la virtud (2010), José María Lasalle sintetiza los fundamentos prístinos del liberalismo como «la defensa pública de la libertad». Tan solemne principio arraigó en ideologías varias durante los últimos tres siglos y a través de infinitos cambios sociales y políticos. En España, el liberalismo fue cuajando dificultosamente, hasta el punto de que Miguel de Unamuno, en su discurso Sobre el liberalismo (1924), refutó su existencia en nuestra historia. Después de Unamuno, también Ortega y Gasset se desesperó predicando el liberalismo en el desierto.

Actualmente se acostumbra proferir la voz liberal para, sin mayor precisión, sustantivar a todo defensor de la libertad. Es éste el principio de las libertades individuales esgrimido por Locke en los Treatises of Government (1690), antes que él por Spinoza en el Tractatus Theologico Politicus (1663), y que cristalizó después en la tesis expuesta por John Stuart Mill en On Liberty (1859): que a la sociedad es obligado velar por el bienestar de todos. Nos referimos aquí, fundamentalmente, a un liberalismo ético, sin atenernos al liberalismo económico defensor de teorías como el librecambismo.

Ejemplo de esta concepción de liberalismo ético hallamos en Freedom Rising (2013) de Christian Welzel, donde se presenta una serie de valores liberales relativos a las libertades individuales para estudiar su implantación por el mundo. Welzel concluye que los países «más liberales» son los escandinavos, Gran Bretaña y los Países Bajos. Curiosamente, ese alto grado de liberalismo se ha alcanzado en Escandinavia tras décadas de Gobiernos socialdemócratas, y en Gran Bretaña, de alternancia de conservadores y laboristas.

Para identificar a los liberales de hoy, quizá convendría trascender la antinomia politológica entre izquierdas y derechas según la cual las variables ideológicas se localizan en una línea horizontal que se extiende desde una extrema izquierda a una extrema derecha. Antes bien, consideremos el universo ideológico como un sistema de círculos concéntricos. En el círculo central se halla el liberalismo cual ideología de las libertades individuales. Cada uno de los círculos que circunscribe a otro se encuentra más alejado de ese núcleo liberal y más próximo al autoritarismo estatista ubicado en el círculo más periférico. Ratifica esta percepción el hecho de que comunismo y fascismo compartan numerosas características iliberales.

Cuando Aznar, en El futuro es hoy (2018), advierte de la presente «crisis del orden liberal», plantea la gran cuestión política de nuestro tiempo: el posicionamiento, cada vez más recurrente, de políticos y votantes en círculos lejanos al núcleo liberal. Igual da si se extreman por la derecha o por la izquierda: al fin y al cabo se distancian del liberalismo y se instalan en el extremismo iliberal. Los populismos de hoy orbitan por las zonas más periféricas de nuestro sistema de círculos concéntricos porque esgrimen políticas que cercenan las libertades individuales.

En Identity (2018), Francis Fukuyama identifica esos populismos con identidades segregadoras. En Gegen der Hass (2016), Carolin Emcke denuncia la proliferación en la política actual de un odio transgresor de la libertad y el bienestar cuales fundamentos liberales de Mill.

Ciudadanos ha asumido indefectiblemente los valores consustanciales del liberalismo; por ejemplo, mediante su vocación de construir La España de ciudadanos libres e iguales (título del primer apartado del Programa electoral de 2019) y de dotarla de «más libertad, más igualdad, más modernidad» (punto 10 de los Diez compromisos con España de Rivera). En todo ello se fundamenta el verdadero liberalismo ético, el de Locke, Mill y Welzel. Y aun cuando PSOE y PP sostienen sus ideologías sobre recios basamentos liberales, Cs ha asumido en España el liberalismo de pura cepa que en Gran Bretaña encarnan los Liberal Democrats y en Alemania los Freie Demokraten.

El multipartidismo obliga a acuerdos de Gobierno coherentes, que serán hacederos si los principales partidos efectúan, bona fide, acercamientos ideológicos. Y esas pulsaciones ideológicas sólo pueden cobrar coherencia si se orientan hacia el liberalismo ético que sostiene las ideologías de Cs, PP y PSOE. La polémica sobre la renuente negativa de Cs a facilitar la investidura de Sánchez trasluce una realidad: que el PSOE ha ensayado aproximaciones a grupos políticos anticonstitucionalistas ubicados a mucha distancia del centro liberal. Toda vez que los radicalismos iliberales procuran la vulneración de las libertades individuales, remar con ellos o navegar a remolque suyo supone adentrarse en la periferia más distante del verdadero liberalismo ético. Aun cuando PSOE y PP defienden siempre la Constitución y las leyes que vertebran la democracia, es menester tener presente que la defensa de las libertades naufragará en la alta mar donde fondean los anticonstitucionalistas. Como partido liberal, a Cs corresponde ser reconocido y fungir tanto de faro que atraiga a los constitucionalistas al liberalismo ético como, también, de anfitrión en el espacio de ese círculo concéntrico central donde deberían confluir siempre los verdaderos demócratas y liberales.

J. A. Garrido Ardila es filólogo e historiador. Su último libro es Sus nombres son leyenda. Españoles que cambiaron la historia (Espasa, 2018).