El Correo-ANA IRÍBAR Viuda de Gregorio Ordoñez
Esta es la crónica breve de un día triste. De nuevo en el cementerio de Polloe de San Sebastián, en el día más importante para todos los donostiarras, el 19 de enero, víspera de su patrón. Suenan los tambores de sociedades y escuelas que ensayan desde hace ya semanas la tamborrada. Emociona escuchar un año más el himno de Sarriegui. Son las 12.00 y la tradicional sirena a la hora del Ángelus rompe el silencio del cementerio. A sus puertas, Consuelo, la hermana de Gregorio Ordóñez, y yo misma esperamos la llegada de los invitados en el 24 aniversario de su asesinato.
Poco a poco se acercan a saludarnos ciudadanos ejemplares como Fernando Savater, amigos de la familia como Pedro y Magdalena. Otras víctimas como Rubén Múgica. Compañeros de Goyo ya alejados de su partido, hombres y mujeres excepcionales, como María San Gil y Javier Urbistondo. Llegan representantes oficiales de los partidos. Del Ayuntamiento acuden, además de Miren Albistur y Ernesto Gasco, el alcalde, Eneko Goia, que desde que lo es, muestra su respeto al ciudadano Gregorio, al candidato que tras ser asesinado, consiguió la lista más votada para su partido en esta ciudad. Pienso en todas las familias españolas que tienen que pasar cada año, pero en soledad, por un aniversario así.
Nos agrupamos todos frente a Consuelo y el padre Larrinaga, que bendice y oficia el responso. Entonamos un padrenuestro. Consuelo entonces toma la palabra con la misma valentía que lo hiciera su hermano. Le cuenta cómo es pasearse por San Sebastián tras la disolución de ETA. Pienso mientras la escucho que San Sebastián es una ciudad bien diferente de la que vio Gregorio por última vez un 23 de enero, cuando un pistolero de ETA disparó contra su nuca. Es un reguero incesante de turistas. En sus calles, se han abierto nuevos hoteles, más bares y restaurantes, ¡si cabe! Me llama la atención que la nueva peluquería de mi barrio sea de un árabe, que la droguería lo sea de un chino; cruzarme en mi portal con asiáticos y ver a mujeres de origen latino acompañar en su paseo a la gente mayor. El técnico que repara mi lavadora es un rumano simpatiquísimo que me saluda con un efusivo ‘Egun on’!
Si Gregorio se asomase hoy al Ayuntamiento, su mirada sería de preocupación y probablemente, de tristeza. El PP mantiene tres de los cinco concejales que tanto esfuerzo y sacrificio le costara a Gregorio conseguir. Y sí, el alcalde vuelve a ser nacionalista, como lo fuera Labayen, con quien Gregorio se estrenó como concejal. Le habrán contado que ETA ya se ha disuelto pero contemplaría atónito que son seis los concejales de EH Bildu los que ocupan sus escaños. La serpiente ha mudado de piel. Enfundaron sus pistolas para convertirse en la segunda fuerza de Euskadi, en sus ayuntamientos y en el Parlamento, donde pacta presupuestos con el nacionalismo gobernante.
El nacionalismo sigue empeñado en controlar hasta lo incontrolable. La propia historia. Maestro donde los haya en manipular relatos, hoy Gregorio descubriría que el nacionalismo se ha convertido en editor de costosos best sellers; lleva años construyendo el relato de la historia más reciente de Euskadi o cómo la sociedad vasca escurre el bulto una vez más, primero con, después, sin ETA, siguiendo el ejemplo de las instituciones vascas. Y se quedaría realmente pasmado al conocer que quien hoy preside la comisión de Derechos Humanos es el mismísimo Jonan Fernández; Gregorio descubriría que el antiguo concejal de HB es el responsable de un plan de paz y normalización; quizás le sonaría rara tan sofisticada terminología en manos de este responsable institucional. Supongo que no le sorprendería cruzarse por la calle con un tal Valentín Lasarte. Gregorio le conocía. Nos habrá servido más de un zurito en su bar. Pero sin duda se quedaría de piedra al saber que es uno de los terroristas que participaría en su asesinato y que ya vuela libre como un pájaro.
Pero Gregorio no ha visto cómo ETA asesinaba a sus compañeros de partido y del PSE. No ha visto el secuestro de Ortega Lara. Tampoco cómo miles de ciudadanos, no nacionalistas, entre otros su hermana, han tenido que vivir con escolta, amenazados por ETA. Ni a tantas familias abandonar San Sebastián, como hizo la suya propia. No ha visto cómo las víctimas de ETA han pasado de ser una masa ignorada, a ser protagonistas de los discursos y actos de memoria oficiales de los políticos –algunos con la participación de EH Bildu; toda una lista de 856 ciudadanos inocentes asesinados por ETA que va y viene de comisión en comisión, con monumentos y fechas oficiales conmemorativas–. Así lo exige la ley. Aunque también nuestro Estado de Derecho implica Justicia y quedan más de 300 casos sin resolver.
Yo me pregunto, ¿qué planes tiene nuestra clase política, nuestro Gobierno, para resolver todas las cuestiones relacionadas con la Justicia y los crímenes cometidos por ETA? ¿Les inquieta que se mantenga activo el proyecto político de ETA? Le pregunto aquí, especialmente al nacionalismo gobernante, ¿qué espacio tiene preparado en sus lamentables libros de historia para la memoria de las víctimas de ETA? Acaba de decir Consuelo que hay más víctimas de terrorismo que presos. ¿Qué vendrá después? Somos testigos de cómo la culpa última y responsabilidad primera, la de los asesinos, se disipa entre acercamientos, homenajes, su vuelta a casa entre vítores. La de sus cómplices, entre políticas de conciliación. En pasillos y órganos de gobierno, donde sus representantes mandan. Pero quieren más. Quieren que los familiares de las víctimas perdonemos. Quieren que olvidemos, que además callemos. Quieren incluso que nos ‘conciliemos’ con individuos con historial criminal como Otegi.
Todos abandonamos el cementerio. Queda de nuevo en soledad y silencio la tumba de Gregorio Ordóñez, bajo ramos de rosas blancas envueltos en papel de celofán. Nos vamos tristes, seguros de que regresaremos el año que viene. Cruzamos la verja pensando ya en la cena de esa noche, la víspera de San Sebastián. Entonces me viene a la cabeza el verso del poeta, solo, en el parque me han dejado, olvidado… y han cerrado.