Quizá recuerdes

EL MUNDO 09/11/16
SANTIAGO GONZÁLEZ

Quizá recuerdes, querido amigo, el día en el que te pedí tu aval para afiliarme al PSOE, tal como exigían entonces los estatutos. El fin de semana el terrorismo que dimos en llamar kale borroka había arrasado la casa del pueblo de mi barrio a base de cócteles molotov. Bajé el domingo por la mañana a ver los destrozos y a hablar con los afiliados que paseaban su desconsuelo en el paisaje agredido de la sede.

Fue así como me convertí en afiliado, que era una de las formas de pertenecer al partido que se llevaba. La otra era la de simpatizante, apoyo externo equivalente a lo que en el PCE se llamaban compañeros de viaje, aunque en la intimidad y sin el corsé de la corrección política se les llamaba tontos útiles. Por cierto que la corrección política, esa hipocresía del lenguaje era también un invento comunista. Servía para distinguir el acierto, la línea políticamente correcta, que era naturalmente la definida por el partido, del error en cualquiera de sus variantes: el desviacionismo, el aventurerismo, el trotskismo y el revisionismo, y no sé si también el darwinismo, porque las herejías se parecen todas mucho.

Pero no nos desviemos. Yo me hice afiliado, –no había posibilidad de militar en aquel PSOE–, en un gesto de simpatía por aquella gente, aunque mi grado de acuerdo con la política del partido era discontinua, una línea de puntos cada vez más espaciados, que desaparecieron casi por completo con el liderazgo de Zapatero. Todo es empeorable y llegó Sánchez. Algunas veces he pensado con la moral del desviado, o quizá del traidor, cómo llevan las personas inteligentes como tú, el liderazgo de alguien tan inane.

También me he acordado de ti en circunstancias como estas en que la crisis del PSOE no tiene otro referente que el Pasok. Y te recuerdo con solidaridad, con parecido sentimiento al que experimenté aquella mañana de domingo en la casa del pueblo de Lejona. No podría votaros, pero lamento infinito esos resultados que os augura el último sondeo del CIS. La democracia española necesita una pata izquierda y no puede ser Podemos. Confío en el presidente de la Gestora, un hombre prudente que quiere aplazar el congreso hasta julio. Él sabe que el daño que sufre el partido es profundo y que hace falta tiempo para reconstruir tanto destrozo, que no se trata de convocar a la militancia para que en dos meses elijan entre Susana, Madina y la tercera vía de Patxi López, que se postuló con una tribuna que Unzalu le escribió para El País. Antes del quién hay que pensar el qué.

También me ha caído bien Antonio Hernando, ese Saulo del no es no que ha comprendido su error camino de Damasco. Él ha enterrado con discreción a Pedro Sánchez, aunque haya sido en rebeldía, porque el caído estaba reforzando la campaña de Hillary. Se han hecho bromas porque Pedro haya ido al distrito de Columbia, mientras los dos candidatos tenían sus cuarteles generales en Nueva York. Pero no era error, sino prudencia. La vez anterior que viajó a Washington se perdió. Ahora que ha aprendido a manejar el GPS sólo se ha equivocado de ciudad.