Han tenido que pasar tres días de bronca callejera contra la prisión del rapero para que el presidente del Gobierno explique que “en una democracia plena resulta inadmisible el uso de la violencia”, desmarcándose tácitamente de su socio Pablo Iglesias y del rapero a quien este apoya.
Pablo Hasél no es un hombre que pueda redimir sus incursiones en el Código Penal por la literatura o el arte, no hay más que reparar en su incompetencia ortográfica. Para empezar, las palabras agudas solo llevan tilde cuando terminan en vocal, en ‘s’ o ‘n’. Para seguir, esa religión alternativa que es la izquierda no acaba de tener claras algunas cosas: el pensamiento no delinque aunque sí puede pecar. Pero con las palabras sí se puede delinquir. Las injurias (art.208), las calumnias (art. 205), las amenazas(art.169) y el falso testimonio (art.458), por poner algunos ejemplos, son tipos delictivos que tienen como herramienta la palabra. El rapero tiene un papel ambiguo a los ojos de sus defensores, como aquella cabaretera mediocre a juicio del cliente que trataba de despejar sus dudas preguntando a un camarero: “Perdone, la señorita, ¿es una tiple que jode o es una puta que canta?”
El rapero Hasel arrastra cuatro condenas: una de nueve meses y un día por enaltecimiento del terrorismo y dos penas de multa por injurias a la Corona y a Instituciones del Estado. Otra de dos años y medio, confirmada mientras sus partidarios prendían fuego a Madrid y Barcelona por delitos de obstrucción a la justicia (art. 464) y amenazas, por haber agredido con una patada a un testigo, aunque falló, en Lérida y prometerle: “Te voy a matar, hijo de puta, ya te cogeré”. También fue condenado a seis meses por agredir a un periodista de TV-3, a quien empujó, insultó y roció con líquido de limpieza en una rueda de prensa. Era de TV-3, ¿qué no habría hecho con uno de El Mundo, Libertad Digital o la COPE?
El pollo este tiene una quinta causa abierta por intento de asalto a la Subdelegación del Gobierno en Lérida, en protesta por la detención en Alemania del fugitivo Carles Puigdemont.
Uno cree que Pablo Hasel está bien donde está, mayormente por la insistencia. Quizá alguno de los delitos por los que se le ha condenado pudiera merecer pena de multa y no de cárcel, pero en ningún caso procede esa reforma del Código Penal ante la evidente coacción a los jueces y al Gobierno. ¿Cómo era aquella máxima del PSOE, ‘no legislar en caliente’?
El doctor Sánchez no citó expresamente a su socio podemita ni al portavoz Detritus, aunque el camino de perfección que ha iniciado Iglesias no parece que tenga vuelta atrás. Tal vez Sánchez tenga que hacer al final acuse de recibo. De momento no le aplauden ni le sonríen, ya dicen sotto voce que “cada vez generan más rechazo” y en el pacto institucional que se trabajan con el PP ya se sopesa dejar al margen a Podemos. Claro que Sánchez es muy cauto y no romperá la baraja hasta que Casado se comprometa a sostenerlo en La Moncloa. Inés tendrá ganas, pero no le dan los números.
Me está empezando a dar la impresión de que la democracia española se está llenando de putas que cantan.