Santiago González, EL MUNDO, 16/7/12
El Ministerio del Interior ha revisado en profundidad las medidas de seguridad dispuestas para la protección y escolta de todos los cargos que hasta ahora disponían de ellas y las ha recortado en profundidad. A todo el mundo, del presidente del Gobierno para abajo.
No sé si es una buena medida. Desde el asesinato de Olof Palme cuando salía del cine con su mujer, el cálculo de probabilidades no es un criterio de seguridad razonable para la protección de los mandatarios. También está la posibilidad de agresiones por parte de algún exaltado, que los gobernantes suelen extender hasta la incomodidad de sufrir silbidos, abucheos y otras muestras de desafección en sus comparecencias públicas.
Zapatero, pura exhibición sentimental, había desarrollado un arte para evitar la ocasión y, por lo tanto, el peligro: hacía traer los cadáveres de nuestros militares muertos en misiones de paz de madrugada; convocaba a los periodistas a ruedas de prensa en el monte o enviaba en su lugar a la vicepresidenta, recuerden el incendio de Guadalajara. No podía soportar las muestras de desamor de su pueblo y soslayaba el encuentro con los votantes cuanto podía en las circunstancias adversas.
Una de las sorpresas de Rajoy, «créanme, yo soy previsible», es que ha desarrollado muy parecidas habilidades a las de su antecesor para el escaqueo, ya sea en su modalidad fuga de los periodistas o para adelantar, como hizo este fin de semana, la clausura del congreso de los populares andaluces para no encontrarse con los manifestantes. Bueno, pues el ministro del Interior va a recortar la seguridad a todo quisque, empezando por el presidente. Los policías llaman «poner un rabo» a dotar a al- guien de escolta. Ahora se va a quitar rabos a los miembros del Gobierno, como ya se había hecho con muchos protegidos: concejales, dirigentes de partidos, jueces y por ahí. Los jueces han protestado y parece normal. Una cosa es que hubiera quien se hacía acompañar de la escolta para ir de copas y otra retirársela a quienes seguirán constituyendo grupos de riesgo hasta que la banda se haya disuelto.
Se me ocurre que Eguiguren y su compañero de bando negociador, Gómez Benítez, corren menos riesgo que otros compañeros de partido o militantes del PP. Los seis magistrados del Constitucional que legalizaron Bildu y Sortu tienen menos riesgo que los autores de los votos particulares, esto suele ser así.
Cuando el Gobierno anterior empezó a retirar escoltas después del famoso comunicado del 20-O, recordé el título del libro más reciente de la gran Carmen Iglesias, No siempre lo peor es cierto. Pensé que ésta es una de esas consideraciones necesarias para evitar convertirnos en cenizos (y cenizas, naturalmente). Sin embargo, los políticos prudentes deberían gobernar como si lo peor fuera posible. Es de suponer que el ahorro en escoltas proviene, no tanto de la necesidad de reducir el déficit como de la desaparición del peligro. Porque la banda que tanto ha matado se niega a disolverse y conserva las armas con las que asesinó a 858 personas.
Santiago González, EL MUNDO, 16/7/12