Radical, culto e irónico: el hombre fuerte de la Cataluña del 28-S

Uno de los dolosos malentendidos de la campaña electoral catalana, felizmente concluida ayer, ha consistido en sumar arbitrariamente los resultados que mañana obtenga Junts pel Sí con los de la CUP. Craso error. Los sufragios que recoja la Candidatura de Unidad Popular (CUP) no se subordinan a la lista de Mas y Junqueras sino a su propio proyecto que es el de una formación de bases sociales majadas en la crisis, anticapitalistas, eurófobas (desean estar al margen de la Unión Europea y el euro) y rupturistas respecto, tanto de la “oligarquía” que representa la alta burguesía catalana -camuflada tras Romeva y Junqueras- como del “régimen del 78” (R78, en su jerga).

La CUP pretende un proceso ‘destituyente’ del sistema español -y, por lo tanto, catalán- y la construcción de una nueva arquitectura social. La independencia de Cataluña no sería para la CUP la consecuencia de un acrisolado afán indentitario sino la palanca, el recurso, para hacer saltar el “régimen”. Se trataría de una “reconquista” anticapitalista y eurófoba que se iniciaría en Cataluña para extenderse al resto de España. Por eso, los diputados que obtenga la CUP no votarán a Artur Mas para la presidencia de la Generalitat.

Para la CUP, la independencia sería una “reconquista” anticapitalista y eurófoba que se iniciaría en Cataluña para extenderse al resto de España

La gestión de este programa de ruptura se ha encomendado por las bases de la CUP al periodista Antonio Baños. Un personaje que no hay que tomarse a beneficio de inventario. Se trata de un periodista culto -escribe especialmente bien-, está dotado con una mirada irónica que resulta vitriólica y es un tipo con una perspicacia que une el sentido del humor con la extrema ideologización.

Estas conclusiones las extraigo no sólo de conversaciones con personas que conocen a Baños -lo he leído cuando ejercía la profesión- sino también de la atenta disección de su libro editado en 2014 titulado ‘La rebelión catalana. España ante sus naciones’ (Roca editorial y Eldiario.es libros) que cuenta con un prólogo de Isaac Rosa que sintetiza con habilidad las 159 páginas de la obra.

Sin leer ese libro sería difícil comprender que Antonio Baños es un independentista “internacionalista” que, sin embargo, no es nacionalista. Se define: “Servidor, mitad de Nou Barris y mitad de Sant Andreu, un catalán de los de toda la vida; es decir, con los cuatro abuelos de fuera de Cataluña. Charnego, como buena parte de los independentistas. Miembro orgulloso del colectivo Súmate de independentistas castellanoparlantes y de la territorialidad de Nou Barris, de la Assemblea Nacional Catalana, donde, ya saben, tienen ustedes su casa”. Para añadir: “Nunca, ni un cuarto de hora, he sido nacionalista (…) creo entender que un nacionalista es un mal español, en el sentido contemporáneo y progre del término. Es decir, alguien que se pasa la Constitución (sic) del 78 por las trócolas. Hasta ahí estamos de acuerdo. Pero todas las demás características: el odio a España, el de capitalista explotador, paniaguado, ‘mamandurrio’, estómago agradecido, cateto, batasuno, carlista… me caen a trasmano, la verdad”.

El mejor hallazgo de esta ‘Rebelión catalana’ consiste en la construcción teórica de la que Baños denomina ‘la hispafrenia’ que sería “una actitud más que una enfermedad” y que cursaría como una esquizofrenia retórica según la cual se exhibe “de forma alternativa e incluso sincrónica, fortaleza y seguridad. Empuje y pánico”. Siento afirmar, porque me encuentro en los antípodas de Baños, que el autor tiene razón. Es frecuente contemplar como fuera de Cataluña se pasa de considerar el problema que plantea como intrascendente y, de inmediato, colosal.


· Baños y la CUP han arrebatado a un dubitativo y torpón Iglesias -mal secundado por el poco idóneo Rabell- la hegemonía del discurso “de los de abajo”

Precisamente, ese vaivén  esquizofrénico de valoraciones ha sido el que ha hecho patinar al Gobierno de Rajoy que ora se tomaba en serio el proceso soberanista, ora lo despachaba con una impugnación al Tribunal Constitucional. Ora el presidente se mostraba alegre y confiado en una entrevista que debió preparar a fondo, ora su ministro de Exteriores debate concienzudamente con el candidato número cinco de Junts pel Sí.

Antonio Baños -en la estela de la buena valoración demoscópica de David Fernández- va a ser el hombre fuerte de la Cataluña del próximo lunes. La CUP va a arrancar voto a Catalunya sí que es pot, a Esquerra Republicana y, quizás, al PSC. Va a incidir con el bisturí de su anticapitalismo en el área metropolitana de Barcelona y llevarse a miles y miles de catalanes con cuatro abuelos de Extremadura o Murcia.

Baños no va a investir a Mas si los votos de CUP son necesarios para ello y si entre la lista de Junts pel Sí y la suya no suman más del 50% de los votos populares -lean la entrevista de ayer en Expansión (“Sin el 50% de los votos no se puede impulsar la secesión de forma unilateral”) tampoco va a favorecer la DUI que algunos -muchos- pretenden.


· Artur Mas y Oriol Junqueras no se han enterado de que tenían, y siguen teniendo, el enemigo en casa

La CUP, con un Baños de perfil muy distinto al de Fernández, puede ser -si la lista de Mas no obtiene 68 o más diputados- el gran problema del presidente de la Generalitat, del líder de ERC y de las organizaciones populares secesionistas. Sera, en todo caso, una fuerza política subversiva, apoyará todo cuanto favorezca la independencia de Cataluña, pero lo hará desde una perspectiva de izquierda rotunda, radical, anticapitalista y antieuropea. Y en esta campaña que ha terminado, Baños y la CUP han arrebatado a un dubitativo y torpón Iglesias -mal secundado por un candidato tan poco idóneo como Lluís Rabell- la hegemonía del discurso “de los de abajo”.

Así que, a partir del lunes y si los resultados sostienen la estimación de las encuestas del pasado domingo, Antonio Baños será el hombre decisivo de Cataluña, entre otras razones porque Artur Mas y Oriol Junqueras no se han enterado de que tenían, y siguen teniendo, el enemigo en casa. No han leído su libro ni escuchado sus discursos e -ingenuos- lo han tomado por uno de los suyos.