EL MUNDO 18/11/13
· El presidente asegura que recorrerá el camino de las reformas «entero y hasta el final»
Ante un público entregado, los jóvenes de Nuevas Generaciones que clausuraban su congreso, el presidente del Gobierno se lanzó a la arena del desafío. Él, habitualmente tan cauto, por aquello de que más vale no echar leña al fuego, optó por la claridad meridiana y la contundencia. Entre voces que cantaban «Yo soy español, español, español» y algún «¡Viva España» enardecido, Mariano Rajoy hizo una defensa cerrada de la Constitución y especialmente de sus artículos 1 y 2 en los que se consagra la indisoluble unidad de la nación y se residencia la soberanía en el conjunto de los españoles.
«No aceptaré que nadie juegue con la soberanía nacional», afirmó lanzando una advertencia directa al presidente de la Generalitat, Artur Mas –a quien expresamente no citó–, y a cuantos le acompañan en sus aspiraciones independentistas.
«Lo que no vamos a aceptar y en donde no estaremos», añadió, «es en los juegos de división, enfrentamiento y regreso al pasado. Nosotros estamos con el futuro, y el futuro se llama España y Europa». Y con ello el presidente no hacía sino incidir en la teoría de que la Historia ahora discurre por caminos de unidad y no de segregación como lo demuestra el devenir de la propia Unión Europea.
«Tenemos que estar orgullosos de lo que somos: españoles. Y el futuro de España lo escribiremos entre todos», aseguró recalcando que una parte no podrá decidir por el todo como viene a pretender el independentismo con su propuesta de someter a consulta entre los ciudadanos catalanes el deseo de permanecer o no dentro del Estado.
Además de marcar el terreno frente a la deriva soberanista de CiU y ERC, Rajoy aprovechó para lanzar una vez más su nuevo mensaje económico de tintes optimistas. El presidente se mostró satisfecho con los resultados que, según él, empiezan a ofrecer ya las reformas. Reconoció que muchas de ellas «no gustan», ni siquiera, dijo, a los propios votantes del PP, pero insistió en que «no había más remedio» que activarlas y hacerlo con decisión: «Hemos venido al Gobierno a decidir y a gobernar», sentenció, y también a «arreglar los desaguisados de los últimos tiempos», algo que, recordó, «no se hace en media hora».
El presidente admitió que los frutos económicos son todavía «modestos» y que los ciudadanos aún no los ven «a lo grande». Él, sin embargo, desde su posición, sí vislumbra «con claridad» la «luz al final de túnel». «Vamos», dijo, «en la buena dirección» y por ello «el Gobierno no levantará el pie del acelerador» porque la recuperación, recalcó, no puede quedarse «a medias». «El camino de las reformas», insistió, «hay que hacerlo entero y hasta el final».
También se refirió, porque la edad del auditorio así lo reclamaba, a la reforma educativa, que calificó de «capital». «No podemos vivir», afirmó, «con una tasa de fracaso escolar del 25%».
Y a partir de ahí centró todos sus reproches en el primer partido de la oposición que, según él, no sólo se opone a la LOMCE, sino «a todo». En materia educativa, criticó, «el PSOE se ha instalado en el inmovilismo» pero, aseguró: «Yo no. Yo quiero hacer cosas porque aquí se juega el futuro. Nosotros queremos hacer cosas diferentes para conseguir resultados diferentes».