EL MUNDO – 14/06/16
· Iglesias tienta a Sánchez con una alianza postelectoral.
· Rivera golpea a PP y Podemos a cuenta de la corrupción.
· El socialista nunca apoyará la investidura del líder ‘popular’.
El primer debate a cuatro de la democracia y el único de la campaña electoral tuvo dos protagonistas principales: Mariano Rajoy y Pablo Iglesias. Los representantes de los polos políticos, los mejor situados en las encuestas, los que despliegan mensajes más contrapuestos. El líder del PP sobresalió en el apartado dedicado a la economía, pero sufrió con los durísimos ataques que le lanzaron en el bloque sobre corrupción.
El candidato de C’s, Albert Rivera, fue de menos a más y logró brillar cuando la discusión giró en torno a la regeneración democrática, golpeando tanto al candidato del PP como al de Podemos.
Pedro Sánchez fue el contrincante más débil pese a sus esfuerzos por situarse como primer rival del presidente en funciones. No lo consiguió. El aspirante socialista, probablemente el que más se jugaba en el duelo, desaprovechó su gran oportunidad.
Rajoy e Iglesias fueron los que, en líneas generales, centraron la atención y marcaron el ritmo del enfrentamiento en toda su primera parte. En la segunda, el papel más destacado fue para Rivera, que aprovechó muy bien el momento, disparando reproches a izquierda y derecha a cuenta de la corrupción.
El candidato de Podemos vaticinó que Rajoy, con su «escudero» Rivera, no alcanzará la mayoría suficiente para gobernar, y trató en todo momento de atraer hacia sí a Pedro Sánchez, al que ofreció formar coalición el día después de los comicios. Un pacto sobre el que el socialista se resistió a pronunciarse, porque su estrategia pasa por no tirar la toalla pese a que todos los sondeos apuntan a la misma dirección: Unidos Podemos superará al PSOE en votos y escaños. En opinión de Iglesias, el 26-J se optará entre el inmovilismo del PP o el cambio que él propone de la mano del Partido Socialista.
El líder del PP, por su parte, se esforzó por dibujar a un Iglesias doctrinario y no preparado para presidir un Ejecutivo: «Aquí no se viene a hacer prácticas, hay que llegar estudiado». A Sánchez lo ninguneó y le reprochó su falta de sensatez, y a Rivera le sostuvo el pulso hasta que ambos se enzarzaron en un duro rifirrafe sobre regeneración democrática. Ahí el presidente en funciones salió derrotado acusando los golpes hasta el punto de tachar al líder de Ciudadanos de «inquisidor».
La apuesta de Rajoy para el 27-J es de sobra conocida: la gran coalición con el PSOE, si bien en esta ocasión dejó caer un nuevo matiz: «A ser posible con un líder sensato». El líder del PSOE rechazó de hecho la oferta y dejó claro que nunca apoyará la investirua del líder popular.
Rivera, por su parte, aseguró que él no pondrá vetos a nadie. Eso sí, volvió a sugerir la idea de que Mariano Rajoy, previsiblemente el líder del partido que ganará los comicios, debería dar un paso a un lado si el PP quiere pactar con Ciudadanos.
Iglesias lo anunció desde antes incluso de pisar el plató: se declaró deseoso de confrontar con Rajoy y afirmó sin titubear que su «rival a batir» es el PP. Más aún, llegó a aconsejar a Sánchez que no errara el tiro porque, insistió, «el adversario» de la izquierda, y por tanto también del PSOE, sólo es el Partido Popular.
Pedro Sánchez intentó abrir su propia confrontación con Iglesias, pero éste no se lo permitió. Bien al contrario, le tendió la mano, desde su posición en cabeza de las encuestas, para formar un Gobierno de cambio progresista. Lo de Iglesias hacia Sánchez fue un auténtico canto de sirena, todo un despliegue de persuasión.
El líder del PSOE le agradeció la oferta, pero le avisó: «Antes de coger su mano espero que suelte usted la de Rajoy». Y es que el candidato socialista hizo hincapié en que Podemos y el PP han formado una suerte de pinza para impedir que él encabezara un Ejecutivo progresista.
El aspirante popular aprovechó el lance para asegurar que Sánchez sería «un pésimo presidente». Y para recordar, de paso, que el líder del PSOE fue el primero en poner un veto: el que planteó a cualquier diálogo o pacto con el PP tras los comicios del 20-D.
Rivera, ya en el segundo bloque de debate, cobró protagonismo, pese a que su tono fue más conciliador que el de los otros candidatos. Él no insistió, como sí hizo Sánchez, en presentarse como futuro presidente ni tampoco quiso cargar las tintas contra el PP salvo en el rifirrafe sobre corrupción.
El candidato de Ciudadanos pegó fuerte en este apartado. Afirmó que un futuro Gobierno debe ser paradigma de regeneración y no tener sombra de sospecha alguna. Se mostró tan duro contra Rajoy en este bloque que el líder popular estuvo a punto de perder los papeles.
En el capítulo dedicado a discutir sobre corrupción salieron a relucir Bárcenas, Barberá, el caso Gürtel, el caso de los ERE… La voz cantante la llevó Rivera, quien no dudó en arremeter contra el aspirante de Podemos, al que urgió a no dar demasiadas lecciones hasta que no aclare sus relaciones financieras con el régimen chavista de Venezuela.
Sánchez insistió también en el caso Bárcenas y llegó incluso a asegurar que Rajoy debía haber dimitido cuando se conoció su cruce de SMS con el ex tesorero del PP. Pero su posición, habida cuenta que en el PSOE también se han descubierto profundos lodazales, fue mucho más débil que la que pudo exhibir Rivera.
El primero de los bloques, dedicado a la economía, fue por lo general un todos contra Rajoy con algunos rifirrafes cruzados. Los candidatos de PSOE, C’s y Unidos Podemos actuaron como lo hubieran hecho en una sesión del Congreso, es decir, como oposición, dejando al candidato del PP todo el terreno para expresarse con tono presidencial.
Todas las propuestas que se lanzaron en el bloque económico eran conocidas. Sánchez insistió en la necesidad de derogar la reforma laboral e hizo un repaso de las ideas que planteó en su debate de investidura, insistiendo en los problemas de empleo precario y los sueldos bajos.
Rajoy fue más solvente en este apartado, comparando la España que encontró «al borde de la quiebra» y la que ahora exhibe el mayor ritmo de crecimiento de Europa. «Hablar está bien», dijo, «pero dar trigo es otra cosa».
Rivera le dio la réplica mostrándose preocupado por el «triunfalismo» del PP. El líder de C’s apostó por los autónomos y planteó modernizar el modelo económico que les afecta.
Iglesias, mucho más duro, insistió en que el Gobierno «ha suspendido el examen» e incidió en la necesidad de emprender una política fiscal «expansiva» con subidas de impuestos a los ricos. El líder de Podemos puso interés en asimilar al PP con los defraudadores y recibió como respuesta de Rajoy continuas alusiones al desastre del «modelo griego» por el que apostó la formación morada.
Sánchez luchó denodadamente para impedir que Iglesias le dejara atrás en sus ataques al candidato popular,pero no logró explicar con nitidez sus ideas.
El líder de C’s fue quien rompió la dinámica de todos contra el PP arremetiendo contra el plan de Podemos que incluye «una subida masiva de impuestos escondida en el catálogo de Ikea». «Menudo cambio es el modelo griego», exclamó.
Respecto al independentismo catalán, Iglesias defendió el derecho a decidir; Sánchez apostó por reformar la Constitución, y Rajoy y Rivera se dieron la mano en defensa de la unidad de la nación.