ABC 08/02/16
· Considera una irresponsabilidad apoyar un Ejecutivo con 90 diputados
El presidente en funciones no cambiará su determinación de votar en contra de la investidura de Pedro Sánchez. Él mismo lo repite: «El PP es un partido serio y está para pocas bromas y nadie nos va a decir lo que tenemos que hacer». A media que el candidato socialista avanza, sin resultados concretos, en los contactos con otros partidos para conseguir su voto, crecen las voces «internas y externas», según fuentes del PP, para que los populares no bloqueen –por razones de Estado– la investidura de Sánchez. No falta quien en privado ha hecho llegar el mensaje de que los 123 diputados populares deberían abstenerse para impedir que en el próximo Consejo de Ministros se sentara Pablo Iglesias.
«Lo mejor que pudo hacer» Si Rajoy se hubiera sometido a investidura en plena catarata de escándalos (Bárcenas, Valencia, Aquamed…), «nos habrían despedazado», dicen en el PP
Una decisión compartida La polémica apuesta de ceder el paso a Sánchez a quien finalmente el Rey encargó la investidura, la suscribieron Sáenz de Santamaría, Cospedal y Moragas
A cambio, lo haría Albert Rivera, «un aliado de la estabilidad y la unidad de España», han trasladado al PP distintos interlocutores «tanto internos como externos», según ha sabido ABC. El presidente en funciones ha contestado a «esas presiones» con un no rotundo. «Nos ha dicho –sostiene un alto cargo próximo al presidente– que va a aguantar el tipo porque sería una irresponsabilidad apoyar un Ejecutivo sostenido en 90 diputados». Por no hablar del malestar que le causa el «despotismo» del líder socialista en su trato a los más de siete millones de electores del PP. Tanto que sus asesores meditan cómo responder a la invitación que cursará el todavía líder de la oposición para entrevistarse con Rajoy esta semana. «Está claro que iremos –apuntan–, pero no está claro a qué nivel de interlocución».
Formación «bisagrista»
Tampoco ayudan para engrasar las relaciones las exigencias de Sánchez de que el presidente le consulte cualquier decisión sobre Cataluña y que «esté convirtiendo sus conversaciones con otros partidos en una puesta en escena de presidente in pectore». Y en las últimas horas se ha unido también la desconfianza que empieza a despertar en Génova Albert Rivera, cuya formación protagoniza un «acercamiento» a los socialistas, olvidándose de su compromiso de facilitar el Gobierno del partido más votado. De hecho, el jefe del Gobierno llama públicamente a esta formación «bisagrista».
Lo cierto es que el PP vive un momento crítico, agravado por el desgaste de la corrupción, desde que el presidente declinara por primera vez la propuesta del Rey de buscar respaldo para seguir en La Moncloa. Aunque nadie se cuestiona la estrategia puesta en marcha, que pasa por dejar que Sánchez se estrelle en sus negociaciones con Podemos, y mucho menos la retirada del presidente, hay dirigentes que piden un perfil más activo para neutralizar «la mala prensa» del cerco judicial.
Que el «no» de Rajoy a intentar un Gobierno era un acierto lo demuestra, opinan en Génova, la concurrencia de acontecimientos que se han sucedido. En las dos semanas (última de enero y primera de febrero) que se manejaban para que previsiblemente se hubiera celebrado su investidura una catarata de escándalos del PP ha reverdecido: los tejemanejes de Rato, la imputación del partido a cuenta del ordenador de Bárcenas, la detención de casi todo el PP de Valencia y una investigación de nuevo cuño sobre la empresa pública Aquamed. No es consuelo en Génova, pero una dirigente, en conversación con ABC, no alcanza a calibrar «qué hubiera sucedido si esa investidura, que hubiera sido fallida por falta de apoyos, se hubiera visto salpicada por esas portadas de periódico. Nos habrían despedazado». Esas palabras, que no ocultan «estupor» por la coincidencia en los tiempos, resumen el estado de ánimo de los cargos que rodean a Mariano Rajoy al que reconocen «tocado» por lo que está pasando pero «dispuesto a seguir hasta el final, ocurra lo que ocurra».
La decisión más discutida
Es decir, no ha tenido la mínima duda de que haber declinado la propuesta del Rey el viernes 22 fue «lo mejor que pudo hacer», sostienen en sus filas. Una mañana, un informe jurídico, la mala experiencia de su amigo Passos Coelho en Portugal y varias conversaciones con su núcleo más próximo sirvieron para que Mariano Rajoy tomara la decisión más importante y discutida de su carrera política: declinar el encargo del Rey, como líder de la formación más votada, de intentar formar Gobierno. Cuando el jueves 21 de enero el presidente en funciones acudió al Museo del Prado a una imposición de medallas todavía aseguró ante la Prensa que «evidentemente, mi candidatura la voy a presentar». Don Felipe le esperaba veinticuatro horas después en La Zarzuela y allí escuchó del líder popular que no tenía apoyos para ser investido. Sin embargo, la inesperada propuesta se produjo y Rajoy decidió rehusarla. Desde esa convulsa tarde de viernes hasta hoy, el PP vive en estado de «shock». Así lo describe uno de sus dirigentes: «Puede que nos merezcamos que nos acusen de inacción pero si hubiéramos aceptado el encargo estaríamos ahora en la misma situación, pero con una sesión de investidura brutal, todos contra el PP».
En Génova y en La Moncloa «los que tienen acceso al presidente han cerrado filas con él». No hay nadie que ponga en cuestión la decisión de Rajoy. Otra cosa es el desánimo que se ha apoderado de muchos cuadros que cada vez ven más difícil que se retenga el pode