Rajoy resucita, y además tiene un plan

EL CONFIDENCIAL 11/03/16
FEDERICO QUEVEDO

· En los últimos días, y a raíz del fracaso de la investidura de Sánchez, el presidente en funciones ha revivido y se vuelve a sentir fuerte y con ganas de “seguir en la brecha”

En los días previos al debate de investidura de Pedro Sánchez -no nos cansaremos de recordar el fracaso del mismo y de que es la primera vez en estos años de democracia que una investidura es fallida-, el presidente en funciones, Mariano Rajoy, estaba ‘noqueado’, anímicamente tocado, incluso había quienes decían que había envejecido 10 años. Hasta cierto punto eso tenía sentido, en la medida en que había visto cómo a pesar de ganar las elecciones quedaba relegado a la marginalidad, mientras otros acaparaban todo el protagonismo, y asumía que lo de seguir siendo presidente del Gobierno se ponía muy difícil, si no imposible.

Era consciente, además, de que en su partido se estaba produciendo un debate sobre su continuidad, aunque no se reflejara en las reuniones de los órganos de gobierno, pero eran no pocos los que opinaban que quizás era el momento de que Rajoy se hiciera a un lado para dejar paso a otros que desbloquearan la situación política del país. Todo eso era real, y lo hemos contado en estas páginas, en estos ‘posts’, desde el pasado 20 de diciembre.

Sin embargo, en los últimos días y a raíz del fracaso de la investidura de Sánchez, el presidente en funciones ha revivido y se vuelve a sentir fuerte y con ganas de “seguir en la brecha”, según fuentes muy cercanas al propio Rajoy. A eso ha contribuido, además, la estrategia errática y profundamente equivocada de Albert Rivera. Me explico. Es verdad que en la primera sesión del debate de investidura, y así lo escribí, Albert Rivera fue el único que hizo un discurso que conectaba con lo que, en mi opinión, demanda la mayor parte de la ciudadanía: diálogo y entendimiento entre las fuerzas políticas para buscar una solución al problema de ingobernabilidad.

Rivera había cometido un error, que fue descartar públicamente a Rajoy. ¿Por qué? Pues básicamente porque eso incita a los suyos a cerrar filas

Pero también apunté entonces que en ese discurso Rivera había cometido un error, que fue descartar públicamente a Rajoy. ¿Por qué? Pues básicamente porque eso incita a los suyos a cerrar filas. El viernes 4 confié en que Rivera corrigiera ese error y se recreara en su papel moderador y de árbitro de la situación, buscando la imparcialidad. Lejos de eso, el líder de Ciudadanos se convirtió en una especie de escudero de Sánchez y buscó la confrontación directa con el PP y, sobre todo, con Rajoy. Y a partir de ahí ha conseguido justo lo contrario de lo que pretendía: el cierre de filas, con alguna excepción muy poco notable, es total y absoluto.

Esta misma semana, dirigentes muy importante del PP que antes del debate se planteaban seriamente si Rajoy debía seguir estando al frente, me decían justo los contrario: “Con Rajoy, hasta el final”. Incluso aunque se estampen, algo que puede pasar… o no. Porque en estos momentos ningún partido puede decir que esté en unas condiciones óptimas para concurrir a unas elecciones en las que, como ya se han puesto todas las cartas sobre la mesa, es muy difícil aventurar a día de hoy cuál va a ser el comportamiento de los votantes.

Rivera, que podía haberse hecho con el discurso y el electorado de centro, ha cometido un error de novato: pretender ordenarle la casa al vecino

Así que Rajoy está crecido, y convencido de que tiene todavía una doble oportunidad. La primera, esperar a que el pacto PSOE-C’s salte por los aires por el acercamiento de Sánchez a Iglesias y los suyos, algo que acabará pasando, aunque al final no llegue a ninguna parte porque la suma requiere el concurso de los nacionalistas y esa línea roja no la puede pisar el PSOE. ¿Será ese el momento de la gran coalición? Yo, personalmente, no lo veo posible, aunque en ese escenario Rajoy cree que Ciudadanos se aproximará al PP y que habrá muchas presiones para que los tres partidos logren alguna clase de acuerdo que permita la gobernabilidad.

La otra opción es que haya elecciones, y ahí el presidente tiene tomada la decisión de volver a presentarse -salvo que las encuestas pronostiquen un descalabro del PP- y está bastante convencido de que va a sumar más votos que el 20-D. Rivera, que podía haberse hecho con el discurso y el electorado de centro, ha cometido un error de novato: pretender ordenarle la casa al vecino. ¿Quién aconsejó mal a Rivera? No lo sé, pero más le hubiera valido haberse dirigido a Rajoy en tono conciliador, y ya una vez en la intimidad del despacho proponerle un gesto por su parte. Pero así, lo único que ha conseguido es resucitar a un Rajoy que hace dos semanas estaba en sus horas más bajas.