Mariano Rajoy ha premiado a los fieles y ha dado entrada a nombres propios del PP de su total confianza. Ha diseñado un nuevo Gobierno, muy de su gusto, manteniendo los equilibrios políticos y garantizando la continuidad económica.
Su número dos desde el primer día, Soraya Sáenz de Santamaría, consolida poder competencial aunque pierde mucha visibilidad. Las guías básicas, esencialmente aquellas por las que discurre la gestión de la economía, se mantienen: el trío Cristóbal Montoro, Luis de Guindos y Fátima Báñez se encargarán de ello. Y además, entra en el círculo de Moncloa la primera figura del partido tras el propio Rajoy: la secretaria general, María Dolores de Cospedal. Con estos mimbres el presidente ha cerrado el círculo de su nuevo mandato reforzándose a sí mismo.
El objetivo básico del Gobierno y muy especialmente de los ministros económicos será el de salvaguardar la principal línea roja que ha puesto Rajoy para la legislatura: preservar las grandes reformas de cualquier intento de demolición y mantener el rumbo del crecimiento y la creación de empleo.
El nuevo Consejo de Ministros no amplía el número de sillones. Serán 14, incluido el del presidente. En total hay seis nombres nuevos y siete que repiten. Se trata de un Ejecutivo de reducidas dimensiones en el que los puestos que habían sido desocupados durante la etapa de interinidad –Sanidad, Fomento y parte de los cometidos del antiguo Ministerio de Industria–, así como la cartera de Defensa y la de Interior, se han puesto en manos de personas destacadas del partido, muy próximas al jefe y que le aseguran pocos sobresaltos.
El Ministerio de Sanidad Servicios Sociales e Igualdad, que quedó libre tras la marcha de Alfonso Alonso al País Vasco, estará ahora dirigido por la catalana Dolors Montserrat; el de Energía, Turismo y Agenda Digital, es decir, el departamento que controlaba José Manuel Soria, tendrá ahora como jefe a Álvaro Nadal, a quien sin embargo se le resta la competencia de Industria, que pasa a reforzar el poder del ministro de Economía, Luis de Guindos.
De Guindos no ha conseguido la vicepresidencia económica a la que aspiraba, ni tampoco la dirección de la Comisión Delegada para Asuntos Económicos, que sigue en manos del propio presidente, pero logra sumar a Economía y Competitividad el área de Industria, que no es asunto menor.
La cartera de Fomento, vacante desde que Ana Pastor fue nombrada presidenta del Congreso, queda en manos de Íñigo de la Serna, hasta ahora alcalde de Santander. De la Serna es ingeniero de Caminos y fue presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias. En su persona, destacan en Moncloa, se conjuga experiencia técnica y conocimiento amplio del territorio.
Ha habido además tres salidas importantes: abandonan el Gabinete José Manuel García-Margallo, Pedro Morenés y Jorge Fernández Díaz. El Ministerio de Exteriores será ocupado a partir de ahora por un diplomático experto en política europea, Alfonso Dastis. El de Defensa estará encabezado por una mujer, María Dolores de Cospedal, y finalmente, el de Interior será dirigido por el ex alcalde de Sevilla e histórico del partido, el magistrado Juan Ignacio Zoido.
Cospedal entra en el Gobierno con un ministerio de Estado que, al menos por el momento, le permitirá compaginar el cargo de secretaria general del PP.
En el entorno del presidente señalan otra vertiente importante del nuevo Ejecutivo: Rajoy ha hecho un guiño a Ciudadanos, el partido que le ha aportado 32 escaños para la investidura y con el que tiene firmado un acuerdo de 150 puntos a poner en marcha en la nueva etapa. Hay tres ministros que mantienen buena relación con la formación de Albert Rivera: Fátima Báñez, Álvaro Nadal y Dolors Montserrat.
Sáenz de Santamaría sigue siendo el elemento fundamental, la coordinadora del equipo y la única vicepresidenta. Conserva el Ministerio de Presidencia, lo que vuelve a situarla de nuevo como pieza imprescindible para los asuntos más delicados. De hecho, bajo su área sigue albergado el Centro Nacional de Inteligencia. Además, se encargará a partir de ahora de la negociación política y jurídica con las comunidades autónomas. Esta competencia es la que se suma a su ministerio, que será también de Administraciones Territoriales.
A ella le compete, en consecuencia, desde este momento la difícil interlocución con Cataluña. De su habilidad y buena gestión dependerá que las aguas secesionistas se encrespen aún más o bien entren en una fase de diálogo.
Su trabajo será también clave en el proceso inminente de negociación de un nuevo sistema de financiación autonómica. En este campo deberá trabajar en estrecha coordinación con Cristóbal Montoro, a quien Rajoy mantiene como ministro de Hacienda y Función Pública. El presidente ha reforzado así el campo de la política autonómica emparejando para la misma a dos de sus más fieles ministros que, además, mantienen excelentes relaciones.
Pese a ello, la vicepresidenta perderá una baza de la máxima importancia: la portavocía y la interlocución con los medios. En definitiva, ya no será ella el rostro del Gobierno que se cuele a través de las pantallas de la televisión en el hogar de los españoles cada viernes. Este cometido queda ahora en manos del ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo, que suma a su cartera la portavocía del Ejecutivo. Hoy se estrenará tras la primera reunión del nuevo Gabinete.
La política de comunicación, además, deja de depender del Ministerio de Presidencia para quedar directamente bajo el ala de Rajoy, aunque la gestión diaria de la Secretaría de Estado de Comunicación corresponderá a Méndez de Vigo. Muchos son los que interpretan que Rajoy quiere así controlar más estrechamente este terreno.
Por lo que se refiere al Ministerio de Justicia y al de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, el presidente ha optado por no introducir cambio alguno. El primero seguirá bajo el mando de Rafael Catalá y el segundo conservará la dirección de Isabel García Tejerina. La gestión de ambos ha sido, en opinión de Rajoy, totalmente satisfactoria.