Rajoy surfea en Valladolid

TONIA ETXARRI, EL CORREO 03/02/14

· Muchos de los que empiezan a aplaudir la moderación de Arantza Quiroga nunca votarán al Partido Popular.

En la convención del Partido Popular, Mariano Rajoy no estaba dispuesto a que las bajas de los críticos ilustres, la crisis interna que atraviesan algunos colectivos de víctimas del terrorismo o la renuncia de Jaime Mayor a repetir candidatura europea, empañaran sus titulares económicos. Y, además, pusieran en cuestión la reclamada unidad durante los tres días que ha durado el cónclave de los dos mil afiliados. El presidente del Gobierno y del PP sigue en la clave comunicativa, que tan buen resultado le dio en la reunión de Barcelona, de devolver los golpes que hasta ahora, y mientras la crisis ponía la credibilidad de España en apuros, encajaba con cierto aire de impotencia orientando su GPS hacia Europa para señalar que su gobierno sólo se limitaba a ejecutar las órdenes de Europa que su antecesor Zapatero fue capaz de aplicar.

Ha decidido entrar en el «cuerpo a cuerpo» que estaba buscando, desde el PSOE, Rubalcaba todos los fines de semana y fiestas de guardar (entre otras cosas porque al dirigente socialista le resulta más cómodo anunciar que va a derogar todas las leyes del PP que afrontar las elecciones primarias de su partido) para recurrir al archivo. Y a los asistentes a la convención les gustaba oír a su líder arremeter contra el juego de los socialistas que ni reconocieron la crisis en su momento ni reconocen ahora el comienzo de la recuperación. Ese es un discurso que aglutina. El único. Porque la procesión (vasca) discurría por dentro con tal ímpetu que nunca se le había oído a Rajoy, en el escenario de un congreso, hablar tanto de ETA como estos días.

El PP, después de las últimas convulsiones registradas en el eslabón más sensible de su cadena (el de las víctimas del terrorismo) necesitaba transmitir la idea de la unidad como un fin en sí mismo. Por eso la primera jornada se convirtió en un acto de reafirmación con nula autocrítica y regodeo en la convicción de que el mérito de que nos hayamos salvado del rescate se debe, sobre todo, a quien ideó la reforma laboral. Y entre guiños para la motivación, y autobombo sobre la recuperación, muchos lemas repetidos sobre la unidad. No se proclamaba. Se daba por hecho que existía. Pero los populares cometerían un grave error si no dan importancia al ‘lastre’ que, según algunos dirigentes, han soltado.

Los fenómenos de la desunión en los partidos suelen darse cuando están pasando frío en la oposición pero que, en pleno gobierno de mayoría absoluta, permitan que se les haya abierto una brecha tan grande como la que han provocado el distanciamiento de tantos críticos, sólo le ocurre al centro derecha que, desde la época de Suárez parece condenada a tirarse piedras sobre su propio tejado.

En estas circunstancias la presidenta del PP vasco, que tiene pendiente el congreso de su confirmación en el cargo para el próximo mes de marzo, ha sabido aprovechar el momento para dejarse arropar por la dirección del partido a nivel nacional. Después de los últimos enfrentamientos con algunas víctimas del terrorismo, ha iniciado su viaje hacia el centro difuminado. Pactista sin complejos y con un perfil algo evanescente como representante de un partido de la oposición al PNV. Más cómoda llamando al orden al diputado general de Álava ,y compañero de partido, para que mida sus críticas hacia los nacionalistas que diciendo que los comienzos del pacto fiscal entre el PNV y el PSE, al que terminó adhiriéndose, era «una especie de juego de trileros».

Ella es de las que cree que ETA está derrotada. Y ahí tiene sus diferencias, ya no con los que han ido abandonando el partido sino con la propia Esperanza Aguirre, que sostiene lo contrario mientras la banda no se disuelva. No es que los críticos nieguen la obviedad de que ETA haya dejado las armas. No son tan simples. Sus diferencias consisten en considerar que mientras la organización terrorista siga sin disolverse y su entorno político, el que está en las instituciones, siga humillando a las víctimas, no se puede hablar de derrota de quienes siguen creyendo que hay que premiarles por haber dejado de matar. Jaime Mayor no cree que Rajoy ha heredado la negociación de Zapatero con ETA, pero se muestra persuadido de que el Gobierno, con su inacción, ha permitido la excarcelación de Bolinaga y las liberaciones express de los presos beneficiados por la derogación de la ‘doctrina Parot’. Son diferencias de profundo calado.

Por eso, el PP ha necesitado contrarrestar las críticas de Ortega Lara o de la familia de Gregorio Ordóñez con la participación de Marimar Blanco, Pilar Elías y la aparición, por primera vez, del hijo del presidente del PP en Aragón Giménez Abad asesinado por ETA que fue todo un golpe de efecto. Arantza Quiroga ha salido reforzada de este cónclave. Muy considerada y protegida por la dirección del PP a nivel nacional. Pero le falta consolidar su liderazgo, entre los suyos, en el País vasco. Perdió la oportunidad de convocar, en la convención, a sus 102 ‘paisanos’ para hacer piña como hicieron otros líderes regionales. Algún encuentro. Una comida. Una mención.

La intervención improvisada, no prevista en el programa, de la concejal de Barakaldo, Zoe Nubla, molestó a muchos de sus compañeros que no ocultan su contrariedad ante la escasa preparación y debate previo que está teniendo su próximo congreso, en marzo.

Lo curioso es que muchos de los que empiezan a aplaudir la moderación de Arantza Quiroga, nunca votarán al Partido Popular.

TONIA ETXARRI, EL CORREO 03/02/14