Rajoy y Mas se cruzan reproches tras intercambiar un gélido saludo

EL MUNDO 24/10/13

· El presidente defiende «la unión» y el líder catalán denuncia las «imposiciones»

No hubo deshielo en Barcelona. Mariano Rajoy y Artur Mas intercambiaron un gélido saludo en el prefacio de la reunión del Foro Económico del Mediterráneo y salieron cada uno por su lado. El presidente del Gobierno se metió en el Palacio de Pedralbes, donde aludió al plan independentista de Mas cuando dijo que «lo moderno es la unión»; el de la Generalitat se fue hacia el Parlament, donde criticó las «imposiciones protocolarias» que le impidieron intervenir en el Foro.

El esperado encuentro entre Rajoy y Mas no tuvo nada de especial, excepto las circunstancias que lo rodearon. El presidente catalán había pedido intervenir «tres minutos» en la reunión de mandatarios europeos y africanos que iban a participar en la reunión de ayer, pero el Gobierno alegó que era tarde para cambiar el programa. La Generalitat se lo tomó como una ofensa, y CiU movilizó a sus partidarios –sobre todo en las redes sociales– para dar una respuesta al supuesto agravio.

Por ello, una decena de militantes de las juventudes de Convergència esperaban a los asistentes a las puertas del Palacio, con una enorme pancarta en la que se podía leer Catalonia is not Spain.

Cuando llegó Rajoy, Mas lo saludó a pie de coche. El presidente catalán se cuidó de que los periodistas no pudieran descifrar las pocas frases que cruzó con el jefe del Ejecutivo español. Entre ellas trascendió un breve intercambio sobre los propietarios del Palacio de Pedralbes por los que se interesó Rajoy: «Sí, es de la Generalitat», confirmó el president. Posteriormente, ambos posaron junto a los asistentes al Foro –en su mayoría ministros– desplazados a Barcelona. Mas se colocó entre Rajoy y José Manuel García-Margallo, y durante esos segundos los tres volvieron a intercambiar algunas palabras sobre la agenda del Gobierno español en los próximos días en Bruselas.

Rajoy y Mas, acompañados de sus asesores, también hablaron posteriormente durante unos 10 minutos en una sala del Palacio de Pedralbes. Y eso fue todo, porque el presidente catalán se marchó hacia el Parlament con la excusa del comienzo de una sesión plenaria.

Cuando llegó a la Cámara, Mas no había olvidado la afrenta del Gobierno. Lo dejó claro cuando respondió al líder del PSC, Pere Navarro, en la sesión de control, acerca de su enfrentamiento abierto con Madrid: «No hay problemas protocolarios, hay imposiciones protocolarias que generan problemas. Hay uno que impone unas condiciones y otro que intenta defender y proteger el prestigio de la institución». El president ya renunció a asistir a un acto la semana pasada en Fomento del Trabajo porque no estaba de acuerdo en que el último discurso fuera el de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría.

Casi al mismo tiempo en el que el jefe del Ejecutivo catalán pronunciaba su arremetida, Rajoy hacía lo mismo, introduciendo su mensaje contra el proceso soberanista en el discurso inaugural del foro económico, el cual resultó toda una oda a la «unidad». Según defendió ante un auditorio en el que como máxima representación política catalana sólo quedaba el alcalde de Barcelona, Xavier Trias, «lo moderno es la unión, no la disgregación», añadiendo que «el signo de los tiempos es la integración y no el aislamiento». Rajoy, de hecho, comenzó su discurso elogiando a Barcelona como una ciudad que «no excluye a nadie», erigiéndola en lugar «donde las identidades suman y los arraigos se comparten» y, parafraseando a Cervantes, elevándola a «honra de los españoles».

Para culminar la jornada, medio millar de independentistas se concentraron a media tarde ante el Palacio tras ser convocados a través de las redes sociales por una facción local de la Assemblea Nacional Catalana y, de forma velada, por CiU. Allí se realizó una nueva cadena humana y, de paso, se dio un apoyo simbólico a Mas tras ser ninguneado por el Gobierno en el foro. Una movilización carente de sentido, porque Mas y Rajoy hacía horas que habían abandonado el recinto.

EL MUNDO 24/10/13