Rajoy

ENRIC GONZÁLEZ – EL MUNDO – 06/02/16

· El partido Popular tiene un problema gravísimo con la corrupción. Pero no creo que la corrupción, que ha constituido y en algunos casos constituye aún una característica común en el sistema de partidos forjado a partir de 1976, sea su principal problema. El PP ha ido convirtiéndose en un remedo de Partido Único, un mecanismo de poder que funciona de forma vertical y en el que cualquier amago de disensión, o incluso de reflexión crítica, queda sepultado bajo las ovaciones de corte soviético al Amado Líder.

Esto se debe, en parte, a cuestiones contingentes. Mariano Rajoy perdió dos elecciones frente a José Luis Rodríguez Zapatero, que ya es perder, y en 2008 su poder al frente del partido resultaba muy precario. Le salvaron el respaldo valenciano (lo cual podría explicar la transigencia ante los sucesivos escándalos populares en Valencia) y la cobardía de sus potenciales sustitutos, acoquinados probablemente ante la opción de abrir una batalla interna dentro de la estructura monolítica y ajena a las disonancias que había construido José María Aznar. Desde entonces, Rajoy se dedicó a rodearse de incondicionales. Su puesto no había de estar nunca más en peligro. El resultado está a la vista.

Luego figuran las cuestiones profundas. Los partidos son, por definición, instrumentos sectarios: su función consiste en formular mensajes simples y excluyentes para ordenar y canalizar el rumor cacofónico del demos. Cuando los criticamos por ser como son, tendemos a olvidar que los partidos con disensiones internas son siempre castigados por los electores.

El PSOE ofrece numerosos ejemplos de esto último. El PP, sin embargo, ha llevado a tal grado de perfección su carácter sectario (no en los mensajes electorales, que están para lo que están, sino en sus políticas y en la forma de aplicarlas) que, manteniéndose como principal partido español y ostentando aún el Gobierno, parece incapaz de dialogar con nadie. Subrayo el parece. La imagen del PP se confunde con la imagen de Rajoy, alguien de quien, una vez desbrozados los tópicos y los lugares comunes, no se sabe qué piensa ni qué quiere, salvo permanecer en el poder.

España necesita al PP. Hace falta un partido conservador. Y hace falta que el PP se muestre dispuesto a actuar, a arriesgar, a definir propuestas concretas. La actual inacción no conduce a ninguna parte, porque unas nuevas elecciones nos llevarán de vuelta al punto de partida. Cuesta creer que el partido con mayor número de escaños haya decidido encallar, a la espera de que lo hagan también todos los demás.

ENRIC GONZÁLEZ – EL MUNDO – 06/02/16