Zapatero propuso medidas en contra de las que él mismo había votado cuando las proponía la oposición. La ventaja del orador es que no distingue las palabras y eso le lleva a acertar incluso cuando se equivoca. Reconoció haber errado en las previsiones, pero es un hecho irrelevante: todos se equivocaron y, lo más importante, no ha tenido consecuencias negativas.
Los discursos parlamentarios del presidente acabarán definiendo un género: alegres y chispeantes al principio, producen el efecto levemente estupefaciente de los fuegos artificiales. Lo que queda al final es oscuridad y olor a pólvora. El tono fue acre entre Zapatero y Rajoy, que cada vez son más Robert de Niro y Depardieu al final de Novecento, adaptación bipartidista del duelo goyesco. Sus respectivas peñas, mal educadas, jalean más el contundente garrotazo que la finta habilidosa de la esgrima.
Zapatero propuso medidas en contra de las que él mismo había votado cuando las proponían partidos de la oposición. La ventaja del orador es que no distingue las palabras y eso le lleva a acertar incluso cuando se equivoca. Reconoció haber errado en las previsiones, pero se trata de un hecho irrelevante: todos se equivocaron y, lo más importante, no ha tenido consecuencias negativas: «Porque ese error no le ha impedido (a mi Gobierno) reaccionar dentro de sus posibilidades».
Esta razón le eximía de escudarse en cualquier otra. Haber previsto en los Presupuestos para 2009 un crecimiento del PIB del 1,1% y perder seis meses después el 2,9% es un error de previsiones que no tiene consecuencias prácticas. La política económica para el ciclo de las vacas gordas vale igual para tratar con las escuálidas. La política económica como el bálsamo de Fierabrás. Asombroso.
Por eso llama Plan E al encuadernado de medidas sueltas y contradictorias en las que ve un cambio de modelo productivo, confunde la enseñanza con la compra de cachivaches y las medidas sociales con el reparto de cheques lineales, en una idea extravagante de la redistribución. «Los cheques portátiles», se quejó el diputado Joan Herrera con magnífico pleonasmo; no se conoce el caso de cheques raíces o cheques mostrencos.
Nadie, salvo Zapatero, mantiene hoy que la devolución de 400 euros del IRPF o el regalo de 2.500 a toda parturienta, desde la altiva princesa a la que pesca en ruin barca, sean medidas de política económica, esto es, sirvan para inducir cambios en el comportamiento de los agentes. Los 400 euros son calderilla para un directivo empresarial y, por ello, inanes, aunque sí servirán para expandir la demanda en manos de un mileurista con mujer y dos hijos. La princesa se empreñará o no por otras razones, pero ese cheque no va a contribuir al aumento de la natalidad en las familias con posibles. ¿Qué decir de la renta de emancipación? El efecto más notorio de esas medidas ha sido el aumento del déficit (y del alquiler), sin afectar las variables económicas micro ni macro.
«Menos ladrillos, más ordenadores», había dicho en Vistalegre, y ayer lo puso a limpio: el curso próximo, los niños de 5º de Primaria tendrán ordenador portátil. La causa de nuestras plusmarcas en fracaso escolar no se debe a falta de gadgets; el problema está en el sistema y en los planes educativos. Por otra parte, un porcentaje alto de escolares tiene ya portátil en casa. ¿Por qué gastar dinero público en regalarles uno? Ciertamente, es mejor un ordenador que un ladrillo: tiene más posibilidades y abulta menos en la mochila, aunque el ladrillo salga más barato. Váyase lo uno por lo otro.
Santiago González, EL MUNDO, 13/5/2009