Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

  • Esto de tomarse unos días de asueto desde el miércoles, para volver el lunes suena a demasiado infantil.

La decisión tomada por Pedro Sánchez resulta muy difícil de entender. De la Presidencia del Gobierno no se marcha uno por unos días porque le critiquen a tu mujer y menos el mismo día en que acababa de reiterar su confianza en la Justicia. Si es así, ¿por qué no se enfrenta a los críticos –que siempre los ha tenido y como siempre ha hecho–, y se presenta en los juzgados en los que confía tanto? Si no es cierta esa confianza y si no es capaz de soportar el ardor que produce la medicina que tanto ha recetado el doctor Sánchez a sus adversarios –imagine de qué manera le habrá ardido el estómago a la señora Ayuso que, ni era su esposo el acusado, ni ella había intervenido en ninguna actuación que le favoreciese, ni se había beneficiado de los resultados de sus andanzas–, si no es así, se dimite y punto, como hizo su colega portugués hace meses.

Pero esto de tomarse unos días de asueto desde el miércoles, para volver el lunes suena a demasiado infantil. El orden no es el correcto. Estas cosas no se anuncian, se piensan y se deciden. El orden correcto es pensarlas, decidirlas y anunciar finalmente las conclusiones.

Y si se adopta una decisión tan importante y extraña como una dimisión a ‘tiempo parcial’ no se anuncia por carta, se adopta frente al Parlamento, en donde se encuentra la soberanía nacional y en donde estuvo este mismo miércoles. La carta es demasiado larga y reiterativa y eso abre la vía a demasiados contraataques. Asegura que todo es una maniobra orquestada por la oposición. ¿Es la primera que sufre en sus mandatos? ¿Por qué las anteriores se aguantaron y esta no?

Dice que atacan a su entorno personal, lo cual es una costumbre malvada y perversa que ha adquirido la vida política nacional, pero ¿es la primera vez que padece dichos ataques? ¿No han sido nunca él y sus apoyos los atacantes en otras extensiones personales? Hace semanas salió a la palestra la mujer de Feijóo, acusada de hechos posteriormente desmentidos y la señora Ayuso no ha abandonado ese escenario en los últimos años.

Ninguno de ellos se han tomado unos días libres para pensar. La solución la tendremos el lunes y tampoco la oiremos en el Parlamento, sino en una comparecencia pública en Moncloa, lo que añade una nueva paradoja al embrollo. Lo único que está claro es que pensar que el abandono ‘temporal’ de sus funciones viene motivada por los ataques de la oposición es como pensar que al león le ha entrado miedo al oír los maullidos del gato.

Y que si el abandono no es temporal sino definitivo y no hay por medio motivos judiciales que lo justifiquen no podrá impedir que se considere una deserción, una frivolidad, poco más que un capricho infantil. Una percepción que derrumbará su imagen de resistencia, que revolcará la situación política en Cataluña, que complicará extraordinariamente la gobernabilidad del país y que suscitará preguntas incómodas en Bruselas. Todo demasiado raro.