Olatz Barriuso-El Correo

  • La encuesta del CIS dibuja una Euskadi autocomplaciente y sin interés en la próxima cita electoral. Por eso, los partidos buscan que el votante no dé nada por sentado

Según el sondeo que hizo público ayer el CIS sobre las próximas elecciones autonómicas, el 57,6% de los vascos las está siguiendo con «poco» o «ningún» interés. Además, una mayoría cualificada de ciudadanos (75,4%) creen que la situación económica del país es «buena» o «muy buena». Con esos mimbres, el cesto resultante sugiere una tranquila inercia hacia la repetición de lo ya conocido para seguir dejándose mecer por esa aburrida familiaridad de una sociedad en la que son mayoría los que se sienten igual de vascos que españoles, se definen como católicos no practicantes y se autoperciben como de clase media-media. Y eso porque no preguntan por el monte, el poteo de mediodía o la segunda residencia.

Campo abonado para un ‘déjà vu’ electoral, para un Gatopardo de libro (que todo cambie para que nada cambie), si no fuera por el factor Bildu, una sigla en franco ascenso -ninguna encuesta le pronostica una subida menor a cinco escaños y algunas la elevan a ocho- que, sin alterar el ‘statu quo’ ni apenas hacer ruido, se beneficia de los errores no forzados del espacio anteriormente ocupado por Podemos. Así las cosas, fiar la victoria a perseverar en esa calma chicha -en definitiva, aburrir a las ovejas con una campaña plana- parece una pésima idea para el PNV y la mejor posible para EH Bildu.

Que Tezanos les insufle aire al pronosticar una victoria cómoda incluso en lo simbólico -repetir los 31 escaños de 2020 en el contexto actual se leería en Sabin Etxea como una proeza- podría tener un efecto contraproducente para los jeltzales, el de perpetuar la apatía y fomentar la abstención más como muestra de indiferencia que de cabreo. Embutida entre las maletas de Semana Santa, la final de Copa y la promesa de días más largos y calurosos, la campaña corre el riesgo de diluirse en la endogamia de quienes la diseñan.

Ortuzar compara al PSE de Andueza con el «perrillo pequeño» que ladra en presencia del grande

Ni siquiera el Aberri Eguna -ese día en el que antaño los Arzalluz o los Ibarretxe se desmelenaban a gusto- es ya lo que era: ahora va de dejar claro que la independencia es una especie de Shangri-La, un paraíso ficticio que -no se preocupen- no es para mañana ni va a ser un engorro para esa gran mayoría de vascos que ignoran olímpicamente el asunto. La pregunta del millón es: ¿qué hacer entonces para llevarle a la urna a usted, votante medio vasco? ¿Cómo generar tensión electoral en una sociedad tan desmovilizada?

La receta pasa por intentar que usted no dé cosas por sentadas que le disuadan de votar. Por ejemplo, que la repetición de la coalición PNV-PSE está cantada y que Pradales será lehendakari incluso aunque Otxandiano le adelante por la izquierda. De ahí que haya irrumpido en campaña un invitado ilustre: Pedro Sánchez. La insistencia en la escasa fiabilidad del presidente del Gobierno y en su estilo ‘veleta’ obedece a una convicción real interiorizada por los peneuvistas -tan cierta como su disgusto con las andanadas que les lanza un PSE al que Ortuzar ve tan molesto como el «perrillo pequeño» que ladra en presencia del grande para hacerse notar-, pero también a la necesidad de que el hipotético pacto de los socialistas con Bildu se vea como un peligro cierto que conjurar. Y que, de paso, los electores más antisanchistas (que los hay) no dejen de votar al PNV por sus amistades madrileñas.

El resto pelea como puede por encontrar su sitio en una campaña polarizada entre nacionalistas y Otegi da un pasito para atrás cuando le pregunta el ‘Financial Times’ por la independencia y uno hacia delante en el Día de la Patria cuando presenta un futuro Gobierno de Bildu como el puente de plata necesario hacia esa Arcadia feliz. En realidad, es más de lo mismo, otra receta con truco para que nadie se les desmande en un mundo tan complejo y con tantos matices internos.