Tonia Etxarri-El Correo
Si La Moncloa confunde pactos con adhesión, será difícil lograr un acuerdo transversal
Si la propuesta de Pedro Sánchez de recuperar el espíritu de los Pactos de La Moncloa ha sido acogida con escepticismo por parte de los mismos interlocutores de la oposición que estaban reclamando acuerdos transversales, es debido a la forma de plantear la ocurrencia. Su progresivo aislamiento y las críticas por su falta de transparencia a la hora de adaptar medidas tan drásticas contra la pandemia del coronavirus le han hecho reaccionar ahora por temor a no sentirse apoyado. Sánchez aparece constantemente en televisión pero, en sus monólogos con preguntas transferidas, no transmite empatía. En su decreto sobre la paralización económica no contó con la oposición, ni con los empresarios, ni con las comunidades autónomas. Ahora quiere rectificar sacando el conejo de la chistera del espíritu de la Transición tan denostado por su socio de Gobierno. El PP acudirá a su llamada. Ciudadanos, también. Y Vox, que va dando bandazos buscando su espacio propio, tan solo espera de Sánchez su dimisión. Pero si el gabinete de La Moncloa confunde pactos con adhesión será difícil consolidar un acuerdo sólido y transversal.
Hace tan solo una semana descarté la viabilidad del escenario de los pactos del 77, considerándolos muy convenientes dadas las circunstancias, porque el mismo concepto de aquellos acuerdos tan ponderados son incompatibles con la esencia de uno de los dos partidos que gobiernan en La Moncloa. Podemos desprecia lo que llama «régimen» y basa su política en la división y el enfrentamiento con el centro derecha. Y porque Sánchez está a años luz de lo que representó Adolfo Suárez y del sentido de Estado de Felipe González. Suárez fue hábil. Empezó pactando con el PCE, para acabar involucrando al PSOE, AP, CiU y PNV. Y se avino a compartir el control de RTVE entre el Gobierno y la oposición. Por ejemplo. ¿Nos imaginamos una disposición similar de los actuales gobernantes?
Si Sánchez se resigna ahora a pactar con la oposición debería frenar la propaganda de Moncloa contra el PP acusándoles de propagar el «virus del odio y la manipulación». De lo contrario, el mismo presidente perderá más credibilidad. Tan presto a utilizar ahora la figura de Suárez, tan lejano a su estilo, ha venido manteniendo una actitud despectiva hacia la oposición. Ahora emerge de lo más profundo de su autoaislamiento después de haber tomado decisiones sin consultar y de no esperar otra cosa de la prensa que preguntas cómodas, para proponer el rescate de los pactos de la Transición.
Al PP le suena a eslogan. Tal como lo formuló Sánchez. Pero lo apoyará siempre que haya margen para negociar. Casado quiere someter su decálogo de medidas a consideración del presidente. Parece lógico. Suárez intercambiaba exigencias con Fraga y con Carrillo. Después con los nacionalistas. Eran otros tiempos. Aquella clase política se encontró inmersa en la tarea de pacificar el clima para poder consensuar la Constitución. Pero hasta ahora, Sánchez solo ha pactado con quienes le han ido dando la razón.
La crisis sanitaria no deja margen para la propaganda. El mando único no puede dar potestad a Sánchez para gobernar sin tener en cuenta a los demás. La pasada semana, con el desmarque del Gobierno vasco, ya se dio cuenta de que ahora se trata de tener un ‘plan B’ para cuando vayamos superando la pandemia y tengamos que reinventarnos . El consejero Azpiazu prevé un descalabro económico este año. Se necesita grandeza política para ser capaces de gestionar los problemas. Y preparación. Sánchez ha chocado con la realidad. Ha recuperado al Gobierno vasco pero no ha hecho lo propio con la presidenta de la Comunidad de Madrid. Será porque es del PP.
El caso es que si ahora quiere rectificar y ampliar el consenso debería compartir diagnóstico con la mayoría de sus interlocutores. Y llamarles, no para comunicar sus decisiones, sino para consultar. También con los agentes sociales. Esos empresarios que se han sentido tan ignorados y criminalizados. ¿Será posible teniendo en cuenta que en la Vicepresidencia Segunda se sienta el líder de Podemos que solo genera inquietud en los sectores que tienen que crear empleo? Todo dependerá de Sánchez . Este país necesita menos mítines en televisión y más consenso. Con la tardanza en reaccionar, ¿de verdad que este Gobierno no tiene ningún motivo para arrepentirse de nada, como sostiene Grande Marlaska? Que deje de hacer cálculos sobre la salvación de su liderazgo y empiece a escuchar a la oposición. Suárez lo hizo