Juan Carlos Rodríguez Ibarra-Vozpópuli

No me creo el discurso de quienes afirman que lo que está pasando con el PP en Extremadura, en Valencia o en Aragón es la consecuencia del oportunismo de un partido que no tiene ningún problema en predicar en Extremadura lo contrario de lo que pontifica en Valencia. Parece que lo importante para ese partido es conquistar los gobiernos sin importar decir en un territorio lo contrario de lo que dice en otro. Da la impresión de que hacen uso del refrán ese que dice “ande yo caliente, ríase la gente”.

Si se pretendiera que en cada territorio se hiciera exactamente  la misma política que marque el Gobierno del Estado para ese viaje no se necesitarían alforjas

Siempre he defendido –y he practicado- que los llamados barones y baronesas, es decir los presidentes autonómicos o candidatos a presidir gobiernos autonómicos, no son los delegados de sus partidos o del Gobierno central en cada Comunidad Autónoma. Hace tiempo que existen los delegados del Gobierno que son los representantes del Gobierno Central y cuya política no puede separarse ni un milímetro de la política del Gobierno al que representan. No debe, por tanto, resultar extraño que los presidentes autonómicos o los candidatos a presidentes mantengan su propia política, porque cada territorio es distinto y diferente. Si se pretendiera que en cada territorio se hiciera exactamente  la misma política que marque el Gobierno del Estado o los órganos de dirección que acompañan al líder del partido, para ese viaje no se necesitarían alforjas.

La dirección socialista puede llegar a acuerdos con Bildu o con ERC y, simultáneamente, defender en algunas Comunidades Autónomas la unidad de España

Desde esa diversidad podría deducirse que el PP no tiene una política de Estado que sea reconocible en cualquier parte, cualquieras que sean los socios que acompañen a los candidatos a presidentes autonómicos o  a los que ya los son. De lo contrario no sería concebible que ese partido les cuente a los extremeños una historia que es contraria a la que les cuenta a los valencianos.

Esa misma situación se ha producido en el PSOE desde su último Congreso Federal. Los acuerdos con partidos que desprecian la Constitución y desean romper la unidad de España chocan contra la mayoría de los candidatos a presidentes o con los presidentes de ese partido que negocian su investidura o resultarán electos en sus respectivas Comunidades Autónomas. La dirección socialista puede llegar a acuerdos con Bildu o con Podemos o con Esquerra Republicana de Cataluña y simultáneamente defender  en algunas Comunidades Autónomas la unidad de España o la imposibilidad legal de realizar un referéndum de autodeterminación.

Visto lo que se está viendo en el proceso postelectoral e independientemente de los resultados que se obtengan por PSOE y por PP en sus políticas de pactos, lo que me resulta alarmante es que da la sensación de que ni uno ni otro tienen definido, consolidado y amarrado un modelo de Estado que coincida milimétricamente con la Constitución, lo cual no deja de ser una desgracia para una país como el nuestro.

Definir un modelo claro e inequívoco es mucho más importante que quiénes van a gobernar en los diferentes territorios que conforman España. Si los dos modelos estuvieran bien definidos, nadie albergaría la menor duda de qué pactos serían posibles y cuáles, no.

Se podría estimular el voto si se supiera con antelación la política de acuerdos de aquellas fuerzas que se presentan a las elecciones

Puesto que en nuestro sistema electoral no existe la segunda vuelta, resultaría exigible que tanto PSOE como PP se comprometieran públicamente a despejar cualquier duda sobre sus pactos postelectorales. Eliminar la posibilidad de que, tras las elecciones del 23-J,  ambas formaciones políticas acuerden pactos con la extrema izquierda y con la extrema derecha serviría para que los electores tuviéramos la seguridad de que nuestro voto no se va a utilizar para alimentar los extremos del espectro político. Los españoles necesitamos que, de nuevo, PSOE y PP ocupen la centralidad que garantiza la estabilidad de España.

La fecha elegida para dirimir le hegemonía parlamentaria no es la más aconsejable si lo que se desea es que nuestro sistema democrático se fortalezca con una alta participación en el próximo 23 de Julio. Si a esa eventualidad se le suma la desconfianza por la falta de claridad en la política de pactos postelectorales, nada se puede hacer respecto a la fecha elegida por quien tiene la facultad de convocar. Se podría estimular el voto si se supiera con antelación la política de acuerdos de aquellas fuerzas que se presentan a las elecciones. Yo apuesto por fortalecer al PSOE para que no tenga necesidad de competir y posteriormente pactar con sus extremos. Estoy seguro de que otros españoles querrán fortalecer al PP para que ese partido no se vea obligado a acuerdos con sus extremos. En eso estamos millones de ciudadanos y en eso deberían estar esas dos formaciones políticas que conforman el centro izquierda y el centro derecha.