ISABEL SAN SEBASTIÁN-ABC

  • Vox se ofusca con cuestiones de moral o de nomenclatura tan ajenas al sentir de la mayoría como los excesos de Podemos

La futura presidenta extremeña, María Guardiola, ha entendido al fin el mensaje emitido por las urnas el pasado 28M y procedido al correspondiente cambio de rumbo y de equipo, lo que facilitará la consecución del acuerdo necesario para llevar el cambio a su región. Esas elecciones no se celebraron en clave autonómica, como sostenía ella, sino nacional, y lo determinante por tanto a la hora de gestionar los resultados no era Extremadura, sino España. No están las cosas para localismos u obsesiones personales cuando nos jugamos la integridad de la nación y la vigencia de la Constitución. Guardiola ha captado el malestar de su propio electorado ante su rechazo frontal a entenderse con Vox y acepta lo inevitable, demostrando olfato político y respeto por los votantes. No puede decirse lo mismo del otro protagonista de la partida.

Mientras el todavía jefe del Gobierno gimotea por los platós haciéndose la víctima y negando sus pactos de la vergüenza con sediciosos y representantes de ETA, en cuyas manos quedaría nuestro país si Sánchez lograra revalidar su mandato, el partido de Abascal se ofusca con cuestiones de moral o de nomenclatura tan ajenas al sentir de la mayoría como los excesos que por el extremo opuesto han llevado a Podemos al borde de la extinción. Porque la violencia contra las mujeres es una dramática realidad que ha de ser erradicada, más allá del modo en que se denomine. Porque el colectivo LGTBI está tan integrado en nuestra sociedad que ya no debería ser objeto de debate alguno. Porque los inmigrantes no están en el centro de nuestras preocupaciones, especialmente cuando se trata de menores a los que es preciso educar y no criminalizar. Porque la religión, sea cual sea, ha de permanecer al margen de la esfera pública.

Existen razones sobradas para que las dos fuerzas susceptibles de conformar una alternativa al sanchismo alcancen un pacto, así como una base sólida sobre la cual sustentarlo. Se trata de España, de su supervivencia tal como la conocemos, de su resistencia a la ofensiva desatada contra ella por el separatismo aliado a un socialismo débil y sectario, dispuesto a sacrificarla con tal de salvar el poder y blindar el cordón sanitario levantado contra el centro-derecha. Ese PSOE del que presume Zapatero y que sirve de muleta a los enemigos de nuestra nación. El empeño de frenar ese ataque ha permitido alcanzar compromisos rápidos en comunidades limítrofes, como la valenciana, donde peligraba la identidad, encarnada en la lengua, y de su mano la libertad. Con ese objetivo en mente el PP acertó cerrando el paso a Bildu en el País Vasco y a Trías en Barcelona, aunque esa estrategia ganadora quedara después silenciada por la trifulca con Vox, que está bajando en las encuestas después de pagar muy caro su empecinamiento en Madrid y Andalucía. Lo primero es lo primero.