Ignacio Camacho, ABC, 27/4/12
Hemos pasado del cumplimiento íntegro de las penas a los incentivos para la reinserción. Quizá pronto les den subvenciones
SI la montaña no va hasta Mahoma, ya sabe Mahoma hacia dónde tiene que ir. En ese sentido al señor ministro del Interior, que es hombre de profundas convicciones cristianas, se le está poniendo cara de profeta con turbante. La montaña que no se mueve es la de los presos de ETA, reacios a cualquier gesto de arrepentimiento que incluya la petición de perdón a sus víctimas, y el que se pone en marcha con la mano tendida es el Gobierno que prometió mantenerse incólume en sus exigencias de reinserción. Como los etarras no parecen dispuestos a entonar la palinodia, Interior les va a aflojar los requisitos como si fuesen alumnos de la LOGSE a los que se permite pasar de curso con asignaturas pendientes. Hasta les va a dar a los reclusos, para enseñarles a portarse bien, clases de una especie de Reeducación para la Ciudadanía. Lección primera: está feo matar a la gente y tal. Pinta y colorea un hombre dándole la mano a una viuda.Seguro que el Gobierno tiene sus motivos para este nuevo incumplimiento, como los tuvo para subir los impuestos. A lo mejor incluso son los mismos: la herencia recibida. En un caso era el déficit, en otro ese acuerdo que nadie ha firmado para que ETA anunciase el abandono de la violencia. Incluso es posible que el Gobierno sepa cosas que los demás ignoramos, por ejemplo, sobre los movimientos —de impaciencia o de esperanza— en el mundo residual de la banda. Pero si no nos las explican no las vamos a comprender. Y puede que aunque las expliquen tampoco.
Porque el consenso antiterrorista se basaba —hasta que Zapatero cambió unilateralmente la premisa— en que los terroristas no obtendrían por dejar de matar lo que no han obtenido matando. Eso se vino abajo en el momento en que fue legalizado su brazo político, pero se suponía que el PP no estaba de acuerdo. Ya, ya, la responsabilidad del poder. Vale, legalizados están los batasunos, hay que adaptarse a esa realidad, pero tampoco hace falta añadir más facilidades y ofrecerles a los presos alicientes de reinserción a la carta. ¿O sí? ¿Nos hemos perdido algo?
Porque es que parece que es el Estado el que tiene prisa por acercar a los señores penados a su tierra y a sus familias. Hemos pasado de la petición de perdón expresa y obligatoria a la declaración abstracta de contrición, y del cumplimiento íntegro de las condenas al programa de incentivos. Quizá pronto les den subvenciones —si no lo hace el Gobierno lo acabarán haciendo las instituciones vascas, que para eso las controlan sus cómplices— a los que firmen la cartita de abandono de una banda que de todos modos ya no les hace puto caso. De qué van a vivir si no las criaturas. Lo importante es que se sientan a gusto, pasen y acomódense, están en su casa. Y de esos de ahí con las caras largas, las víctimas, no se preocupen. Si alguien tiene que pedirles perdón quizá sean los que un día hablaron en su nombre.
Ignacio Camacho, ABC, 27/4/12