Referéndum oficioso

Ignacio Camacho-ABC

  • Sánchez va a utilizar el CIS como herramienta para recordarle al Rey que está bajo su tutela

La empresa de sondeos a la carta de Sánchez, el CIS de Tezanos, ha anunciado que piensa preguntar a los españoles por la Constitución (es decir, por su reforma) y por la monarquía. Ojo al dato, que diría el Butano, porque la misión real del CIS desde que fue okupado por el sanchismo no consiste en rastrear estados de opinión sino en fabricarlos mediante el viejo truco de las preguntas inducidas. Así que la encuesta posveraniega dará pistas -más claras en su formulación que en sus resultados- sobre las intenciones gubernamentales en relación con la pieza clave de la arquitectura del Estado. Se puede apostar sobre seguro a que el veredicto demoscópico coincidirá como una plantilla con los criterios expresados

por el presidente tras obligar, porque de tal cosa se trata, a marcharse de España a Don Juan Carlos. Es decir, un vaporoso apoyo al «pacto constitucional» en términos genéricos, necesidad de revisar la inviolabilidad del monarca, censura contundente a la conducta del Emérito y aplauso a la ejemplaridad de Felipe VI. Si el sondeo incluye una cuestión explícita sobre la república llevará el mensaje (poco) cifrado de que el actual Gabinete tiene el futuro de la Corona en sus manos.

Éste es el verdadero sentido de la «operación salida» impuesta por el Gobierno a la Zarzuela: asegurarse la rígida sujeción de la agenda pública del Rey a su línea estratégica. Jibarizar aún más el margen de autonomía real que la Carta Magna ciñe ya de por sí a una función bastante estrecha. Reducir el abstracto papel de arbitraje y moderación del jefe del Estado (artículo 56,1) a una jerarquía meramente simbólica, ceremonial, litúrgica o estética. Dejar claro quién manda y asegurarse de que no haya lugar a sorpresas -como aquella del 3 de octubre de 2017- o a tentaciones puntuales de sacudirse la tutela. El desalojo no ha sido tanto una maniobra de protección como de advertencia. Con su referéndum oficioso, el CIS marcará las líneas maestras a partir de las cuales pueden volver a sonar las alertas.

Todo ello, por supuesto, desde la lealtad que Su Persona proclama y subraya como si fuese una vocación y no un deber inexcusable de su cargo mientras otorga a sus socios carta blanca para excitar el debate republicano. La clásica, gastada disyuntiva de «o yo o el caos». O me sigues los pasos o te suelto a la jauría de incendiarios. Presentarse como la solución tras crear un problema falso; como aquel ministro de Gobernación que, en plena oleada de manifestaciones pro-Gibraltar azuzadas por el régimen de Franco, ofrecía más seguridad al embajador británico.

Es probable que el CIS refleje una España aún mayoritariamente monárquica. Con reparos reformistas y un desgaste entre cuyas líneas pueda leerse la sutil amenaza de que el fiel de la balanza es susceptible de quedar desequilibrado, hacia un lado u otro, con una buena campaña de propaganda.