Los gallegos deciden este domingo entre el PP de Alfonso Rueda o un abigarrado multipartito encabezado por el BNG con los socialistas y Sumar como principales muletas. La campaña ha sido intensa y ha estado marcada por las maniobras de la maquinaria propagandística al servicio de Sánchez para intentar socavar las buenas expectativas electorales del PP en Galicia. La mezquindad de los sucesivos ataques al PP no solo denota el nerviosismo de sus adversarios electorales, sino también un evidente desprecio por la inteligencia de los gallegos y del conjunto de los españoles.
Frente al ruido, Rueda ha hecho una campaña sobria, amable y propositiva, facilitada sin duda por su buena gestión al frente de la Xunta. Rueda encarna la seriedad y la responsabilidad que han llevado a Galicia a ser la comunidad de España cuyo PIB per cápita ha registrado un mayor crecimiento en la última década. La evolución de Galicia -donde el PP siempre ha fomentado entre la ciudadanía un sentimiento de pertenencia a Galicia y al conjunto de España- contrasta con la de otras comunidades como Cataluña, cuyos sucesivos gobiernos se han dedicado a sembrar cizaña y agitar el resentimiento contra el resto de España. La cultura del victimismo y el agravio han llevado a Cataluña, otrora indiscutible motor económico y cultural de nuestro país, a la decadencia, mientras que Galicia ha crecido exponencialmente en las últimas décadas gracias al realismo y el pragmatismo de sus gobernantes.
Los socialistas gallegos han adoptado la misma estrategia que sus homólogos catalanes vienen desplegando desde hace décadas en Cataluña: demonizar al PP y mimetizarse con los nacionalistas
Lo peor que le podría pasar a Galicia es abandonar la senda de la unidad cívica y la lealtad institucional para adentrarse en el proceloso mar de la exaltación de la pequeña diferencia y la confrontación con el resto de España. Y eso es exactamente lo que propone el BNG, socio en la arena europea de ERC (y de Bildu), cuyo programa electoral replica a pie juntillas las recetas que han llevado a Cataluña al desastre: monolingüismo educativo, fiscalidad diferenciada y referéndum de secesión. Esta tríada está en la base del declive de Cataluña y, con toda seguridad, su implantación en Galicia tendría el mismo resultado.
Como catalán de origen gallego, he seguido con atención la campaña y he constatado que los socialistas gallegos han adoptado la misma estrategia que sus homólogos catalanes vienen desplegando desde hace décadas en Cataluña: demonizar al PP y mimetizarse con los nacionalistas para alcanzar el Gobierno en comandita.
La implantación del PP en Galicia les dificulta la tarea de arrinconarlo hasta expulsarlo del espacio público, pero el sectarismo de socialistas y nacionalistas es tan descomunal que se atreven a dar lecciones de compromiso con Galicia a un partido que ha ganado todas y cada una de las elecciones gallegas desde 1981.
El PSdeG-PSOE inspirado por Sánchez emula al PSC-PSOE inspirado por Zapatero, que en 2003 alcanzó el Gobierno de la Generalitat de la mano de ERC tras firmar el nefasto Pacto del Tinell, por el que los miembros del Tripartito catalán se comprometían a borrar al PP (que a la sazón gobernaba España) de la vida pública catalana.
Rotular en español
Pues bien, gracias a ese pacto profundamente antidemocrático, el PSC logró gobernar Cataluña entre 2003 y 2010, con ERC marcando la agenda y sentando las bases del “procés”, que empezaría en septiembre de 2012. Durante los siete años que duró el tripartito catalán se multiplicaron las multas lingüísticas por rotular en español; se consolidó la expulsión del castellano de la educación; se disparó la deuda pública de Cataluña; se promovió como nunca antes la deslegitimación de las instituciones del Estado y se alimentó el odio a España desde los medios públicos, que el PSC decidió dejar en manos de ERC. El caldo de cultivo para lo que vendría después: la vía insurreccional.
Esperemos que los gallegos apuesten el domingo por la estabilidad y el buen gobierno y que Galicia siga creciendo como hasta ahora. El precedente de mi tierra, Cataluña, debe servir como aviso de lo que podría pasar en Galicia si socialistas y nacionalistas gobernasen. Ahora que Pedro Sánchez acelera lo que mi amigo Juan Milián define como el “proceso español” -de ominosas consecuencias para nuestro país-, conviene evitar a toda costa el inicio de un “proceso gallego”. Los gallegos deciden y los demás españoles confiamos en su “sentidiño”.