JON JUARISTI-ABC

  • La acusación más persistente en el antijudaísmo, a lo largo de la historia, es que los judíos mantienen en rehenes a la humanidad

En una gran parte de los hogares judíos, el séder de Pésaj –es decir, la cena de la Pascua de este año de 5784 (lunes y martes de esta semana en el calendario común)– se ha celebrado con dos sillas vacías. Una es la que siempre se reserva al profeta Elías, que regresará algún día para anunciar la inminente llegada del Mesías, y la otra, para uno de los rehenes israelíes que desde el 7 de octubre de 2023 siguen secuestrados por Hamás y la Yihad Islámica.

Los pretextos para asesinar judíos han variado a lo largo de la historia. En el siglo XX, se les exterminaba por capitalistas cosmopolitas o por bolcheviques internacionalistas, acusaciones que, como el novelista austriaco Joseph Roth desveló, encubrían el odio radical al cristianismo por parte de los totalitarismos comunistas y fascistas. Antes, decía Roth, se odiaba a los judíos por haber matado a Dios; en nuestro tiempo, por haber engendrado a Cristo.

Pero la acusación más persistente en el antijudaísmo tradicional fue la de que los judíos mantenían en rehenes a la humanidad entera, pues toda vez que, según la Iglesia enseñaba, la Segunda Venida de Cristo y el Fin de los Tiempos no se producirían hasta después de la conversión total de los judíos, la negativa de estos a bautizarse impedía la resurrección de los muertos. Así que cada cristiano veía en cada judío a alguien que le impediría resucitar.

En el siglo actual, la izquierda occidental ha recuperado el viejo antisemitismo bajo una forma secularizada. La izquierda ha hecho de la utopía altermundialista un sustituto de la salvación eterna: en un mundo pacificado, con la humanidad fundida en una comunión amorosa, social y económicamente nivelada, todos los males podrán ser extirpados. No habrá hambre ni enfermedades, podremos controlar el clima, y las máquinas trabajarán para nosotros, que nos dedicaremos exclusivamente al ocio creativo y a las más artísticas metamorfosis sexuales imaginables. «Un paraíso el mundo será», como cantan, en los coros de la zarzuela ‘La Internacional’, Chomin de Amorebieta y sus comparsas.

Ah, pero, para eso, es imprescindible que haya paz, paz universal. ¿Alguien se opone a ello? Los judíos. Por culpa de Israel y de la judería internacional, Hamás –y los yihadistas en general– se ven obligados a degollar niños y ametrallar bataclanes. Esto piensa la progredumbre occidental, desde la basura socialcomunista española hasta el pijerío de las universidades estadounidenses de la Ivy League. Como Israel no quiere la paz con quienes intentan borrarlo del mapa, los judíos mantienen en rehenes a la humanidad. Es lo que opina toda la jauría global antisemita, y en esto no hay diferencia entre Judith Butler, la Tonta del Woke de Berkeley, y nuestra Pirada Sumarísima. Todos, todas y todes antisemitas. Sobre todo, Perico Saunas, el Afligido.