Ignacio Camacho-ABC
- El que piense que sentarse ahora con el jefe de la insurrección resulta demasiado humillante no conoce bien a Sánchez
metafísica de desdoblarse entre el ‘ahora’ y el ‘antes’. Ahora, o sea, en el poder, sólo rige el criterio pragmático, que en este caso aconseja la virtud cristiana del perdón para darle continuidad al mandato. A esos efectos da igual que de lo que hablase Cristo no fuese del perdón de los delitos sino de los pecados; al fin y al cabo también a Barrabás lo indultó Pilatos. Pero al menos al romano se lo pidió el pueblo en una especie de protorreferéndum mientras el Ejecutivo se niega a escuchar el clamor de los sondeos.
Para salvar el escollo estético -el ético ni se considera- alega el discurso oficial que la tal Mesa no es de instituciones sino de partidos, y por tanto Junqueras puede asistir en tanto no ocupa ningún cargo parlamentario ni gubernativo. Nueva contradicción: hace año y medio, cuando se reunió por primera vez, el argumento era exactamente el opuesto porque para dialogar entre formaciones ya está el Congreso. Qué cansancio debe de provocar el oficio de trompetero del sanchismo, siempre obligado a contorsiones y piruetas para mantener el equilibrio entre tanto cambio de opiniones y de principios. Los alquimistas del laboratorio de frases de Moncloa no paran de emitir consignas distintas; la más reciente -de Carmen Calvo, profesora de Derecho Constitucional- es ésa de que «la mejor justicia es la peor política». O sea, que es mejor cometer fraude de ley para corregir una sentencia que impide satisfacer el capricho de Esquerra. Y si no cuela se condona el castigo y se acabó el problema. Total, si sólo se trató de una simple sedición, con malversación incluida, para declarar la independencia. Será por tragaderas…
Algún biempensante pudo creer que la mera idea de sentarse cara a cara con el jefe de la insurrección sería demasiado humillante. Eso significa no conocer de lo que son capaces, sujétame el cubata, los independentistas y el propio Sánchez. Pero aunque ingenuos hay en todas partes no deja de sorprender que la burla vaya a resultar tan fácil, que no haya habido siquiera un falso debate, un poco de forcejeo simulado, unos mínimos reparos formales. Los españoles nos mereceremos la ofensa si les sale gratis.