Juan Carlos Viloria-El Correo
- Vox se disfrazó de Tamames y Podemos, con Yolanda Díaz, de chavismo blando, vaticanista
La derecha radical española encarnada en Vox que ha llegado a agrupar cuatro millones de votos se ha plantado en 2023 sin aliento. El populismo izquierdista de Podemos, que en sus momentos más álgidos soñó con reemplazar al Psoe y alcanzó siete millones de papeletas, también ha llegado a este crucial año electoral con la lengua fuera. Ambas fuerzas políticas han visto con qué facilidad las nuevas siglas surgidas de la crisis del bipartidismo pasaron de tocar el cielo con los dedos a tener que cerrar la sede por falta de efectivos.
El fantasma de Ciudadanos, Izquierda Unida, UPyD, planeaba sobre los dos extremos del arco político español desde que las últimas convocatorias a las urnas en Galicia, Comunidad de Madrid y Andalucía encendieran toda las luces de alarma. Y cuando una fuerza política emergente saborea las mieles del poder, coloca en la estructura del estado a sus huestes y paladea el dulce arbitrio de reclamar la atención de los medios hacia su relato, se convierten en yonkis adictos a la poderosa droga del escaño. La posibilidad de perder de la noche a la mañana su espacio, sus salarios, su influencia, su cuota de poder, estremece solo de pensarlo.
Ese miedo ha sido el activador de la moción de censura, un recurso legal, una especie de última bala que Santiago Abascal y los suyos lanzaron hace semanas en un intento de reinventarse ante la opinión pública. No creo que tuvieran la pretensión de reemplazar al PP, más bien de impedir la hemorragia de sus votantes hacia Feijóo. Pero también fue la causa y motivo del intento de reinvención de los comunistas de Unidas Podemos en Sumar porque con su histórica pituitaria para las catástrofes políticas, veían peligrar todo el andamiaje construido por Pablo Iglesias.
Tanto Vox como Podemos han escenificado en el Congreso de los Diputados un intento de reinventarse o morir. A fin de cuentas, la moción contra Sánchez no ha sido más que la escenografía para presentar al público la nueva obra de los extremos políticos nacionales. La reinvención de la izquierda se llama Yolanda Díaz, vestida de blanco nuclear, con un discurso casi tan papal como su vestido. Y, la reinvención de la derecha radical, se llama Ramón Tamames. O cómo ofrecer al público una imagen respetable y constructiva que haga olvidar a sus seguidores el voto útil a Feijóo como única alternativa para desalojar a Sánchez de la Moncloa. Con Tamames como escudo, Vox intenta des-demonizar su sigla. Quitarle carga emocional. Díaz pretende hacer olvidar el puño y la coleta. La rabia y la furia del podemismo inicial. Ella, y no es casualidad su afición al Vaticano, articula una especie de mensaje a caballo entre el chavismo blando y la encíclica de León XIII (Rerum Novarum) de finales del XIX. Tendrá que superar dos obstáculos: la falta de fe de los votantes y la resistencia de Pablo Iglesias.