Ignacio Camacho-ABC

  • Ucrania es en el tablero geopolítico de Trump una pieza secundaria, sacrificable en pro de una estrategia más amplia

Bandera blanca y saqueo. Capitulación y expolio, más la propina de una humillación pública por adelantado. Ésta es la ‘oferta’ de Trump a Zelenski, o más bien de Putin a Zelenski, con Trump como intermediario de parte cuya comisión ha de pagar el vencido en forma de cesión de sus recursos naturales (porque de los otros no tiene, o no le quedan). De eso se trata, de declarar a Ucrania perdedora de una guerra que lleva tres años empatada. O empantanada, pero en ningún caso ganada por Rusia… hasta que el presidente americano ha decidido erigirse en árbitro y ha optado por declarar vencedor a uno de los bandos. Justo el que había fracasado en su intención inicial de apoderarse por la vía rápida –y violenta– de un Estado soberano.

La ya famosa escena del Despacho Oval no fue la de una negociación de paz sino la de una rendición impuesta por quien hasta ahora pasaba por aliado de la nación agredida. La cesión definitiva de los territorios ya ocupados se da por sobrentendida como consolidación de facto del derecho de conquista. Y el presunto mediador se cobra sus servicios asegurándose el negocio de la reconstrucción y la explotación de los minerales ‘raros’ a modo de contrapartida. La ayuda militar aportada por la Administración Biden pasa a considerarse un préstamo a devolver en especie, no una colaboración en defensa de la legalidad geopolítica. Y el líder del país invadido debe ir pensando ya en retirarse, colgar el uniforme de combate, dejar paso a un títere prorruso en unas elecciones de resultado imaginable… y comprarse un traje como el de Vance.

Y Europa de miranda. Si quiere un papel, que mande fuerzas sobre el terreno para disuadir (?) a Putin de la tentación de apropiárselo entero. Y que vaya viendo la manera de agenciarse un ejército, que el pacto atlántico se ha vuelto papel mojado y la potencia protectora se ha cansado de aportar dinero y de arriesgar la posibilidad de poner también los muertos. Marte ya no sólo se niega a tutelar las veleidades de Venus; ha cambiado de alianza para dar cancha al nacionalismo irredento de una Rusia iluminada por el mito identitario del destino manifiesto. Y veremos si no se apunta, con Canadá y Groenlandia en el horizonte, a su propia expansión del espacio vital. El ‘Lebensraum’ de infausto recuerdo.

La presidencia trumpista trae bajo el brazo un rediseño del orden internacional, y en ese contexto Ucrania no es más que una pieza secundaria, sacrificable, como las del ajedrez, en pro de una jugada estratégica más amplia. El tablero mundial es un mero espacio de comercio para el mandatario de la Casa Blanca, y para comerciar da lo mismo que el socio sea un régimen autoritario o una democracia. Todo eso de la supremacía del derecho o los consensos multilaterales no son más que zarandajas. El nuevo ‘sheriff’ de la ciudad en la colina ha resultado un matón dispuesto a demostrar quién manda.