Miquel Giménez-Vozpópuli
Es lo que ha hecho Casado al cesar a Cayetana Álvarez de Toledo. Y no sé si es consciente de ello
Cuando veía a Cayetana en su escaño del Congreso siempre me acordaba aquellos versos de Heine que rezan Die schönste Jungfrau sitzet dort oben wunderbar! lo que traducido, más o menos, significa “La damisela más encantadora está sentada allí arriba, tan hermosa”. A lo mejor muchos dirán que ni es encantadora ni damisela ni hermosa. Cosas de la envidia, supongo, porque lo cierto es que a Cayetana la han envidiado propios y extraños. Que podemitas, separatas y social parásitos le tuvieran inquina es de todo punto comprensible. Cayetana era un potente espejo ante el cual se reflejaba su grotesca figura de sapo fangoso y lleno de verrugas, su monstruosa vileza y su mendacidad perversa. Pero que haya sido entre los que ella creía que eran los suyos donde haya suscitado mayores reconcomes, mayores iras, mayores rabietas, en suma, es digno de estudiar.
Para hacerlo habrá que aclarar un par de cosas. En primer lugar, Cayetana jamás fue un verso libre dentro del espectro liberal-conservador, al contrario, los que son unos versos libres –malísimos, por cierto– son quienes se empeñan en seguir la nefasta senda del sorayismo que no conduce a nada. Cayetana representa en nuestro país lo que en Gran Bretaña podría ser una perfecta líder del partido Tory, culta, elegante, directa, ideológicamente sin complejos ni autocensuras y, sobre todo, patriota. Que en España el principal partido de la oposición considere todo eso como un ataque a la autoridad de su líder ha de preocuparnos a todos los demócratas.
Cayetana, igual que pasó con Juan Carlos Girauta, hablan un lenguaje que resulta poco menos que incomprensible a los secretarios de organización. No les entienden, no saben a qué atenerse con estos personajes que aspiran a servir y no a colocar a su primo de concejal en Matalascabrillas del Duque»
Otro aspecto, y no el menor, es que Cayetana ha defendido la batalla cultual contra la pseudo izquierda, dictadora de lo que se puede o no decir en los medios, en la cultura, en historia, en feminismo, en ecología o en educación, por no extenderme. La hegemonía del pensamiento políticamente correcto, que suele ser intelectualmente estúpido, ha sido desafiada por Álvarez de Toledo con energía y, lo que es mejor, con solidez argumental. Entiendo que en cualquiera de los partidos existentes a día de hoy en nuestra nación hablar de debate cultural sea poco menos que hacerlo de la inmortalidad del cangrejo. Están tan acostumbrados a hacerlo de comisiones, reparto de cargos, componendas, puñaladas traperas y otras minucias que les es físicamente imposible hablar de algo con un nivel medianamente intelectual. Aquí no se debate, pero no es por falta de ganas, sino por falta de materia gris, de reflexión, de ideas, de capacidad dialéctica. Cayetana, igual que pasó con Juan Carlos Girauta, hablan un lenguaje que resulta poco menos que incomprensible a los secretarios de organización. No les entienden, no saben a qué atenerse con estos personajes que aspiran a servir y no a colocar a su primo de concejal en Matalascabrillas del Duque.
Ante esa imposibilidad de entendimiento, no hay arreglo posible. Sabíamos que lo de Cayetana no sería para siempre, y así lo ha demostrado la lógica implacable de una partidocracia culpable en buena parte de la postración en la que se ve sumida nuestra sociedad. Entiéndaseme bien, no creo que Pablo Casado sea un mal tipo, al contrario. Pero es un político conservador al uso del PP en los últimos años, un ejemplo de cómo empiezas con buenas palabras y acabas siendo suplantado en tu escaño por el bolso de un Bruto – o Bruta – cualquiera. No creo que sea consciente, aunque muchos opinen que existe una estrategia para formar un gobierno o lograr un acuerdo con Sánchez. Qué ilusos. Sánchez no pactará jamás en serio salvo con su propio ego, con Su Mismidad. El jefe de aquella banda que tanto le echaron en cara a Rivera cuando los definió así, certeramente, no consentirá un PP alternativo. Solo le interesa uno políticamente correcto, que opine que Vox es casi peor que los nazis pero, en cambio, que mire con sonrisa indulgente a los de Bildu, que se someta a sus métodos, que emita los mismos mensajes narcóticos y funestos como ya ha hecho Arrimadas. Así podrá decir que lo suyo es transversal y toda esa sarta de horteradas pijoprogres que oímos a diario en los medios de comunicación serviles y persas.
Para llegar a eso, el okupa de la Moncloa necesitaba sacarse de encima a Rivera, a Girauta, a Cayetana. Y ya lo ha logrado. Si eso no es una rendición con armas y bagajes del centro derecha español en toda le regla, ya me dirán ustedes qué carajo es. Aunque quizás, reflexionando, sea algo mucho peor. Suicidio.