RENGLONES URGENTES

DAVID GISTAU-ABC

La mayoría absoluta independentista posterior al 155 es casi idéntica a la de las elecciones anteriores

Algunas reflexiones a vuelapluma en las que evitaré decir, por mi proverbial aversión a los clichés, que al despertar el dinosaurio seguía ahí. La victoria de Arrimadas consagra un advenimiento reactivo del españolismo en Cataluña del cual el PP se ha quedado fuera, descartado como una herramienta inútil. No es una penalización al 155, del cual fue auxiliar Cs, sino una constatación del que el 155 no fue suficiente para postularse el PP como un agente válido a ojos de cientos de miles de votantes que acudieron a las urnas inspirados por una sensación de emergencia sin precedentes y no vieron en los populares una solución. En la circunstancia histórica más favorable, el PP quedó sepultado en lo residual. Ciudadanos no podrá formar gobierno pero se sitúa en el punto de apoyo ideal para un intento en la dimensión nacional, suponiendo que la particularidad catalana no haga inútiles las extrapolaciones: la máquina de propaganda del PP ya se habrá puesto a trabajar en esta interpretación para eludir un contagio del fracaso en la calle Génova. Por otra parte, que Arrimadas sea la candidata más votada vuelve aún más difícil de colocar uno de los grandes mitos del independentismo que fue coartada de su mesianismo: el del pueblo unívoco, monolítico, creyente todo él del dogma independentista y reprimido por una maligna fuerza exógena que mete tanques en la Diagonal. 

La victoria de Puigdemont sobre Junqueras revela que con un plasma era posible hacer muchas más cosas que las que le habíamos visto a Rajoy. Ha sobrevivido a la distancia y a las presunciones de personaje amortizado que iba a ser abandonado en Bélgica para que envejeciera contando sus batallas en los bares. La expectativa morbosa consiste ahora en que, siendo Puigdemont el candidato con más posibilidades de hacerse investir, tendrá que regresar y dejarse engrilletar en la frontera. De igual forma, otra media docena de candidatos no podrá votar en el parlamento por estar fugada o encarcelada. Ignoro cómo se resolvería esta merma en los escaños concedidos por los electores. 

La mayoría absoluta independentista posterior al 155 –sal, Monterroso, de mis pensamientos–, si damos por supuesta la capacidad para entenderse de tres fuerzas que salieron peleadas de las jornadas golpistas, es casi idéntica a la de las elecciones anteriores. No ha habido desbandada indepe ni premio a su fatalismo: están como estaban y podrían gobernar. La gran duda es si se sentirán autorizados para reanudar la insurrección, como si ése fuera el mandato, o si, escarmentados después de comprobar que el Estado actúa, permanecerán ahormados en una disciplina institucional menos emocionante y épica que cuando se creyeron próceres hacedores de patria. 

Hay más partidos con su capitalito de escaños, pero todos parecen personajes secundarios que no terminaron de agarrar sitio en este comprimido mundo bipolar que no es el del eje izquierda/derecha.