TONIA ETXARRI, EL CORREO 11/02/13
· La ‘troika’ formada por Patxi López, Rodolfo Ares y Jesús Eguiguren genera escepticismo entre quienes esperaban renovación en las filas socialistas.
Patxi López es el primer lehendakari que, después de haber perdido el Gobierno, se queda al frente de su partido para liderar la voz de la oposición, aunque sea desde el tercer lugar donde le han colocado las urnas. Y la afiliación, seguramente, le agradece que se quede en el País Vasco intentando, entre otras cosas, capitalizar la gestión de la única legislatura constitucionalista, cada vez que el PNV se vea obligado a hacer tantas cosas que criticó durante el mandato socialista. Pero su mera presencia como dirigente del Partido Socialista de Euskadi y parlamentario vasco no basta para aglutinar fuerzas, resituarse en su perfil socialdemócrata y, sobre todo, renovarse. Porque prometió renovación para el séptimo congreso que ayer se clausuró con la presencia de Rubalcaba. Pero no la hubo tal como imaginaron quienes se toman los mensajes políticos al pie de la letra.
Si nos fijamos en el núcleo duro conformado por el propio Patxi López, Rodolfo Ares y Jesús Eguiguren, ciertamente no se puede hablar de renovación. Si nos quedamos con la reducción de la ejecutiva a casi la mitad de sus miembros, habrá que hablar de «recortes» en una ejecutiva austera. Nada más. Lo demás, está por ver. La incorporación de Idoia Mendia a la dirección del partido es una muestra de que la defensa sobre la memoria de la gestión del Gobierno de Patxi López estará garantizada.
Pero la incorporación de tres nuevos valores municipales no consiguió desviar la atención hacia la ‘troika’ del congreso. López, Ares y Eguiguren. Las mismas caras para un discurso a la defensiva que confía más en el desgaste del PP en La Moncloa que en su propia capacidad de regeneración. La «falta de credibilidad» que se aplica en los últimos meses a propios y extraños y que vale tanto para hablar de la «marca España» en Europa como para referirse a las cuentas de Bárcenas salpicando al PP o a la precipitación de Rubalcaba al pedir la dimisión de Rajoy, también se ha proyectado en el congreso de los socialistas vascos sobre la cabeza de Patxi López.
El exlehendakari tuvo que aguantar intervenciones muy críticas este fin de semana. Por haber pactado el gobierno de Ajuria Enea con el PP también. Pero, sobre todo, por haberse olvidado del partido durante su mandato, lo que facilitaba la propuesta del exalcalde de Vitoria sobre la conveniencia de instaurar la bicefalia en el partido. Los descontentos se lamentaban de que no se estuviera poniendo las condiciones necesarias para la regeneración democrática. Muchos delegados no ocultaban su malestar ante la forma de proceder de Patxi López en los debates en las comisiones por su afán de injerencia «sin consultar con la gente». Los secretarios generales de la margen izquierda algo revueltos.
Y a veteranos como José Miguel Abarrategui no le pudo convencer de que la forma de asegurarse la reelección no exhibía algunos ‘tics’ cubanos. Pero la sangre no llegó a la ría. Después de haber perdido cerca de 100.000 votos y de haber reducido su peso institucional a ocho ayuntamientos, los delegados eran conscientes de que no podían permitir que la bronca llegase a las votaciones. Y, finalmente, el informe de la gestión registró tan solo ocho ‘noes’ de 267 papeletas afirmativas y 41 en blanco. Su desgaste personal tan solo ha perdido nueve puntos, aunque la nueva ejecutiva fue acogida con 100 votos de castigo.
Si los congresos de los partidos deberían servir para algo más que para la reubicación de cargos, el de los socialistas vascos con mayor motivo. Después de no haber sido capaces de aguantar una segunda legislatura en el Gobierno vasco y de haber perdido tanta masa electoral, tienen que volver a conectar con la sociedad. Para lograr esa recuperación no se pueden hacer trampas al solitario. El proyecto de país, desde la óptica socialista, deberá ser claro. No puede basarse en una declaración de medidas anticorrupcion, el ‘no’ a los recortes o contentarse con la proclamación federalista. Tendrán que ser capaces de formular un pronunciamiento unívoco sobre el «derecho a decidir», por ejemplo. Y en cuanto a la política penitenciaria… ¿con qué nos quedamos? ¿Con lo que piensa Jesús Loza o con lo que acaba de decir Estanis Amutxategi en el homenaje a Joseba Pagazaurtundua? Si quieren mantener la voluntad de ser representantes de mayorías, como les conminaba hace pocos meses Felipe González, tendrán que ser capaces de explicar por qué se acercan a EH Bildu en alianzas presupuestarias. O por qué se limitan a desear «mucha suerte» a un Jonan Fernández, recién nombrado por el lehendakari Urkullu, y que ha sido tan cuestionado por las víctimas del terrorismo.
Patxi López tiene que iniciar su propia travesía del desierto. Recuperar la confianza de una amplia base social vasca, marcar al PNV en sus devaneos soberanistas evitando, de paso, que el lehendakari Urkullu intente gobernar como si tuviera mayoría absoluta. Y, desde luego, defender el legado de las víctimas del terrorismo que se sintieron abandonadas en la última etapa de su mandato. De él se espera que no busque salidas personales al lado de Rubalcaba ni pasteleos identitarios difíciles de explicar a los votantes que le castigaron en las últimas elecciones. Su tarea debería ser ampliar el horizonte electoral que dejó su progenitor ‘Lalo’ para seguir incidiendo en el camino de una Euskadi plural y constitucionalista. Y para ese cometido, debería saber elegir muy bien a sus compañeros de travesía.
TONIA ETXARRI, EL CORREO 11/02/13