Mikel Buesa-La Razón
- A los de Bildu no les ha temblado el pulso para hacer visible su vinculación con el pasado terrorista, hasta el punto de que lo han convertido en el principal fundamento de su propaganda electoral
Dentro de la izquierda Frankenstein EH Bildu es el único partido que ha salido airoso de las municipales. Los resultados de la marca electoral que aglutina la herencia política de ETA le han colocado en el borde de la hegemonía del nacionalismo vasco, aun cuando sus aspiraciones de poder puedan verse frustradas por los pactos poselectorales. Su avance en votos ha sido notorio frente al retroceso que ha experimentado el PNV; y lo mismo se puede decir de las mayorías absolutas y relativas que ha obtenido en los consistorios del País Vasco. A partir de aquí, su avance puede ser imparable, sobre todo porque el predominio jeltzale ha quedado muy tocado. Las declaraciones de Ortuzar, aunque ciertamente enigmáticas, no lo ponen en duda: «Ha sido un claro aviso –dice el presidente del PNV– y tomamos nota para el futuro». Sin embargo, ese futuro está a la vuelta de la esquina, no porque Pedro Sánchez haya convocado ya las elecciones generales, sino porque en un año se celebrarán las autonómicas.
A los bildutarras les ha beneficiado la herencia terrorista plasmada en esos 44 candidatos procedentes de ETA, dos de los cuales empuñarán la makila como alcaldes de sus respectivos ayuntamientos y otros once, al menos, se sentarán en los escaños de las asambleas municipales. Pero esta no es sólo una cuestión de la personalidad de los candidatos, sino de que a través de ellos –como dejaron claro los que tenían las manos manchadas de sangre– se transfiere la legitimación abertzale a EHBildu y, con ella, la práctica totalidad de la corriente de apoyo popular que ETA dejó al cesar su campaña de atentados. A los de Bildu no les ha temblado el pulso para hacer visible su vinculación con el pasado terrorista, hasta el punto de que lo han convertido en el principal fundamento de su propaganda electoral. Es esta notoriedad la que les ha conducido al éxito que ahora exhiben. Como contrapunto, el PNV ha actuado en estos asuntos con mano izquierda, favoreciendo a los presos etarras, aunque tratando de que no se le notara. Su retroceso en los comicios es el precio pagado por ese disimulo. Ello abre un escenario inquietante que ahora empieza a construirse en los ayuntamientos.