Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Los gobiernos de izquierda se centran siempre más en paliar los efectos de la mala situación del empleo que en revertir sus causas

La publicación esta semana de los catastróficos datos del paro nos ha proporcionado una magnífica oportunidad de comprobar la escala de prioridades de este Gobierno. Como sabe, entre las personas que cobran prestaciones ‘normales’ por desempleo -es decir los parados cuya situación no tiene relación con el maldito bicho- y los afectados por el virus que han debido cobijarse bajo el paraguas de los ERTE, se han pagado ya nada menos que 5,1 millones de prestaciones públicas.

El dato se podía haber anunciado con tono sombrío y preocupado, del tipo ‘la situación es tan mala que nos hemos visto obligados a pagar 5,1 millones de prestaciones’. O hacerlo con tono entusiasta, casi alegre, tal que ‘hemos batido el récord histórico de prestaciones pagadas’. ¿Qué actitud adoptaron tanto la ministra de Trabajo como el secretario de Empleo? Exacto, la segunda. Es decir repetimos la historia. Los gobiernos de izquierda se centran siempre más y dedican mayores esfuerzos a paliar los efectos de la mala situación del empleo que a revertir las causas que la producen.

A mí me parece evidente que la mejor manera de luchar contra el paro es mediante la creación de empleo y no mediante la puesta en marcha de ayudas a los parados. Claro que, una vez producido el hecho del desempleo es obligado apoyar a quienes han perdido el trabajo, pero ¿no es más conveniente, incluso más digno, preocuparse por apoyar antes a quienes lo crean para que nadie reciba la condena del paro?

Se podría decir que en estos tiempos de pandemia lo primero que hay que hacer es asegurarse de que ‘nadie se quede atrás’. Correcto, pero la actitud anterior no es de ahora, no ha surgido con la enfermedad. Es una actitud constante. Para demostrarlo basta comparar las medidas adoptadas en el gasto social por los Gobiernos de Pedro Sánchez desde su primera investidura, es decir, en subsidiar a nuevos colectivos sociales, con las tomadas para fomentar inversiones y crear empleos. La desproporción es abismal. ¿A qué está plenamente dedicado ahora el Ministerio de Seguridad Social, a cortar la sangría del empleo o a establecer un sistema de ingresos mínimos para quienes carecen de él? La respuesta la conoce de sobra.

Cuando no se estimula el esfuerzo y no se reconoce el mérito, la sociedad se adocena, se estanca y retrocede

Además, esta filosofía desborda lo económico e inunda lo social. Miren a nuestra paisana la ministra de Educación. El bicho ha obligado a suspender las clases en todos los niveles del sistema educativo. Ante este hecho, el ministerio ha decido conceder el aprobado general. O, para que nadie se enfade, decretar que todo el mundo pasa de curso «salvo circunstancias excepcionales que es necesario justificar». Es decir, que si no le has pegado al profesor, destrozado el mobiliario o acosado gravemente a tus compañeros y cosas así, tienes asegurada la promoción de curso.

A mi me parece un error, pero cuando escuchas la justificación el error se convierte en desastre. El razonamiento es que como hay un 20% de alumnos que carecen de los medios precisos para seguir las clases de manera telemática y no vamos a dejar a nadie atrás, damos el aprobado general para no cometer una injusticia con ellos. No estoy de acuerdo. Se podrían haber hecho otras cosas para evitar el hecho manifiesto de que tratar por igual a situaciones diferentes constituye una injusticia flagrante.

¿Qué habría que haber hecho? Pues lo primero proporcionar a ese 20% de alumnos los medios necesarios para poder seguir las clases. En estos días que nos gastamos cifras impresionantes en las más diversas atenciones sociales ¿no podríamos haber dedicado dinero a esta que también es prioritaria? Si me van a subir los impuestos que sea para estas cosas que igualan las oportunidades, las posiciones en la línea de salida de la vida. Pero es que hay más. Si por las razones que fueran resultara imposible proporcionar a todos los alumnos estos medios en los plazos necesarios, ¿por qué no se ha dado aprobado general a este 20% y enviamos a todos los demás al tradicional y odioso examen?

Cuando no se estimula el esfuerzo y cuando no se reconoce el mérito, la sociedad se adocena, se estanca y retrocede. A este Gobierno le gusta repartir mucho más que crear. La pandemia ha reducido mucho el trozo a repartir. ¿No ha llegado la hora de crear? Da menos gusto al gobernante porque le obliga a esforzarse más. Pero es mucho mejor para toda la sociedad. No lo dude.