ABC-JON JUARISTI

El PP de Euskadi se ha extinguido en justo castigo a su ambigüedad

VEO los resultados electorales del 26 de mayo en una cuadrilla alavesa que fue, hasta hace poco, bastión del carlismo. Los votos se reparten entre PNV y Bildu. El PP obtiene menos que los invalidados y que los votos en blanco, por separado. Claramente, es el final. Los hijos y nietos del requeté alavés se han pasado al nacionalismo (vasco, por supuesto), y este fenómeno no es, en términos matemáticos, sino un fractal de lo que ha ocurrido en todos los territorios de la Comunidad Autónoma Vasca, llamada Euskadi en honor de Sabino Arana.

Es el día anterior a las elecciones, jornada de reflexión, y participo en un debate organizado por la Asociación Esteban de Garibay, sobre si es posible lograr una cohesión de los contenidos de la enseñanza pública en España. Estamos en uno de los salones de la Sociedad Bilbaína, el club más selecto y británico de mi ciudad natal. Mis compañeros de mesa (y entrañables amigos) son el antropólogo Mikel Azurmendi y el historiador Manuel Montero, ambos profesores de la Universidad del País Vasco (de la que el segundo fue rector). Tuvieron que irse de la dulce Euskadi amenazados por ETA, pero volvieron, y volvieron a sufrir los encantos del nacionalismo desarmado y dominante. A pesar de ello, y con más moral que el proverbial Alcoyano, sostienen que la respuesta al interrogante que nos reúne aquí puede ser afirmativa.

Me vuelvo hacia el moderador del panel, mi también amigo Carlos Urquijo, militante del PP, antiguo delegado del Gobierno en el País Vasco y presidente de la asociación organizadora del acto, y le pregunto qué se debe entender por cohesión en la enseñanza. Responde, como era de esperar, que se pueda estudiar en español y que se enseñe la Historia común en todos los centros educativos (públicos, sobra decirlo) de España.

Expongo entonces mi tesis. No creo que esa cohesión sea posible. No en la estupenda Euskadi, por lo menos. En cuanto al castellano (o español), lengua materna de la mayoría de los vascos, está claro, según la Constitución vigente, que, teniendo todos los ciudadanos el deber de conocerla, el Estado debe garantizar su enseñanza en toda la red escolar pública. Está asimismo claro que el Gobierno, hoy en funciones, no tiene la menor intención de hacerlo, como explicó en su día la actual portavoz y ministra de Educación (en funciones), la euskosocialista Isabel Celaá, para quien, al parecer y en ese aspecto, la Constitución no rige en Euskadi ni en Cataluña. Pero, ¿es que los gobiernos del PP hicieron algo distinto? Si, como sostienen sus responsables, no les fue posible hacerlo (ni lo intentaron), ¿dónde está la diferencia respecto a los socialistas?

En cuanto a la enseñanza de la Historia común, afirmo, tampoco es posible la cohesión. Pongo un ejemplo que avala dicha tesis: No hace seis meses que la secretaria general del PP de Euskadi sostenía que la ikurriña (enseña que ella misma portaba en la correa del reloj) nada tenía que ver con el nacionalismo vasco, y que quien la atacara por ello se ponía en evidencia. La defensa de una Historia común, cuando se sustentan tales opiniones, es absurda. Es contradictorio, en definitiva, llamarse PP de Euskadi, ostentar la ikurriña como bandera y reivindicar al mismo tiempo la enseñanza de una Historia común, porque Euskadi, proyecto original de Sabino Arana, supone enseñanza pública en eusquera e Historia en clave abertzale o, como excesiva concesión en algún caso, euskosocialista. Ahora sabemos ya que no supone independencia, sino impunidad, privilegio, suprematismo, gorroneo y pintxos variados. Y sabemos también que nadie «de Euskadi» va a poner eso en cuestión, porque el ojo del amo engorda al caballo.