ABC 27/03/16
JUAN PABLO COLMENAREJO
Los «Alcaldes por la paz» reunidos en San Sebastián han puesto en común la equidistancia para solucionar los males de este mundo al echarles la culpa a los de siempre menos a los provocadores del drama de los refugiados sirios. Los cinco años de matanza en Siria comenzaron con una protesta pidiendo democracia que fue reprimida con un río de sangre. Aquella protesta derivó en una guerra de destrucción total con dos polos que han emergido como principales, anulando cualquier esperanza de vida y llenando de huidos las caminos de Europa. Los refugiados escapan de un régimen totalitario y también de un enjambre nihilista llamado Daesh.
Dice Carmena que resulta «imprescindible» para acabar con la violencia que esta se entienda como «un acto individual absolutamente inadmisible», sin ser enmascarado en «religiones, partidos o ideologías». Nada que reprochar al argumento, salvo que no son las víctimas, sino los verdugos, los que matan, formando un todo justificado en la interpretación del islam caracterizada por la eliminación física del diferente. La equidistancia del nacionalismo y de determinada izquierda, ahora en el poder municipal, en los años del plomo etarra reaparece en mitad de una guerra contra el terrorismo en la que puede verse envuelto por azar cualquiera en una estación de metro o en un aeropuerto.
El «algo habrá hecho» tras un asesinato de ETA, junto con la distancia respeto a la víctima, nos alejaba de una respuesta democrática basada en la ley y en la solidaridad. Entonces como ahora los culpables ocultan el detonador bajo la manga. No hay dos bandos enfrentados ni pacifismo equidistante. Unos matan y otros mueren.