Retorno a la equidistancia

ABC 27/03/16
JUAN PABLO COLMENAREJO

Los «Alcaldes por la paz» reunidos en San Sebastián han puesto en común la equidistancia para solucionar los males de este mundo al echarles la culpa a los de siempre menos a los provocadores del drama de los refugiados sirios. Los cinco años de matanza en Siria comenzaron con una protesta pidiendo democracia que fue reprimida con un río de sangre. Aquella protesta derivó en una guerra de destrucción total con dos polos que han emergido como principales, anulando cualquier esperanza de vida y llenando de huidos las caminos de Europa. Los refugiados escapan de un régimen totalitario y también de un enjambre nihilista llamado Daesh.

En la nómina de ediles pacifistas aparecen los de partidos que no se suman al pacto contra el terrorismo, dejan en blanco la firma de la condena a la matanza de Bruselas o directamente son el partido político que sustituye a una banda no disuelta como es ETA. Entre los alcaldes presentes con representantes del PNV, la Izquierda Unida vasca, Bildu y el PSC, socio del PSOE, sobresale en esta reunión «pacifista» la figura de Manuela Carmena, cuya gestión al frente de Madrid no es ni mejor ni peor, sino simplemente irrelevante, ya que el control que sobre ella ejerce el núcleo duro de Podemos anula su figura, salvo para eventos como el de ayer, donde lo de menos es contar cómo está la ciudad de Madrid tras casi un año de gestión.

Dice Carmena que resulta «imprescindible» para acabar con la violencia que esta se entienda como «un acto individual absolutamente inadmisible», sin ser enmascarado en «religiones, partidos o ideologías». Nada que reprochar al argumento, salvo que no son las víctimas, sino los verdugos, los que matan, formando un todo justificado en la interpretación del islam caracterizada por la eliminación física del diferente. La equidistancia del nacionalismo y de determinada izquierda, ahora en el poder municipal, en los años del plomo etarra reaparece en mitad de una guerra contra el terrorismo en la que puede verse envuelto por azar cualquiera en una estación de metro o en un aeropuerto.

El «algo habrá hecho» tras un asesinato de ETA, junto con la distancia respeto a la víctima, nos alejaba de una respuesta democrática basada en la ley y en la solidaridad. Entonces como ahora los culpables ocultan el detonador bajo la manga. No hay dos bandos enfrentados ni pacifismo equidistante. Unos matan y otros mueren.