Retornos

Jon Juaristi
Jon Juaristi

JON JUARISTI, ABC 12/05/2013

· La reincorporación a sus puestos de los profesores de la universidad vasca amenazados por ETA es una medida razonable.

Me preguntan desde varios medios de prensa si estoy incluido en el grupo de profesores amenazados por ETA a los que la Universidad del País Vasco obliga a reincorporarse a las aulas y requieren mi opinión sobre dicha medida.

–No –les contesto–. No se me incluye en el lote por la sencilla razón de que dejé de pertenecer a la Universidad del País Vasco hace tiempo. Desde 2005 soy catedrático de una universidad pública madrileña. No tengo relación administrativa alguna con la Universidad del País Vasco, donde enseñé durante veinte años desde su fundación. Confieso, no obstante, que me habría gustado que se me invitase a regresar a mi antigua Facultad, una vez que ha cambiado la situación que hizo aconsejable mi marcha y la de otros docentes a latitudes más saludables para nuestros cuerpos y espíritus.

Aunque las autoridades de la universidad vasca no se estén muriendo de ganas de verme de nuevo por allí, habrían quedado estupendamente ofreciéndome la posibilidad de volver con la frente marchita. Por supuesto, tienen los datos suficientes para saber que yo habría declinado la invitación, pero comprendo que hayan preferido no arriesgarse. En 1979, la recién fundada Universidad del País Vasco creó la figura del Catedrático Extraordinario para recuperar a vascos que impartían docencia en otras universidades, a vascos que no enseñaban en universidad alguna y a profesores no vascos que tenían discípulos fieles entre los docentes con influencia en la nueva universidad. Pero los tiempos son muy otros. Hoy, ninguna universidad pública pretende atraer profesores ajenos cuando los recortes les obligan a prescindir de los propios.

–Sin embargo –me dicen–, algunos de los profesores obligados a volver han manifestado su disgusto, aduciendo que se les condena así a una situación de hostigamiento y acoso en sus departamentos de origen.

–En mi caso, no escapé de mis compañeros de departamento. En la Facultad donde enseñaba había estudiantes y profesores de la izquierda abertzale. Probablemente algunos de ellos ejercían como chivatos de ETA y eso implicaba un riesgo que, por cierto, yo no pedí evaluar. Lo hizo la Policía (fui el primer profesor al que se puso escolta). Pero todo mi departamento era de fiar. Gente estupenda de la que guardo un buen recuerdo. En general, todos eran objeto de la hostilidad abertzale por el simple hecho de enseñar filología española en un país donde, como es bien sabido, nadie habla la lengua del Estado opresor. No sé qué peligro pueden correr los profesores que regresen.

Que algunos les nieguen el saludo no me parece un motivo razonable para resistirse al retorno. Por supuesto, las autoridades universitarias tienen el deber de castigar con la mayor severidad cualquier conato de acoso contra los que vuelvan a sus puestos –como poco, con la expulsión inmediata de los responsables, sean estudiantes, docentes o personal de servicios–, pero creo que es injusto considerar que la cancelación de las comisiones de servicio de los profesores amenazados en su día por ETA supone un acto hostil contra ellos por parte de la Universidad del País Vasco. Todas las universidades públicas están retirando sus comisiones de servicio y recuperando a los profesores que las disfrutaban, lo que es lógico en tiempos de penuria.

Si tienen dificultades para sufragar la docencia y la investigación propias, no van a pagar alegremente las del vecino. Además, ¿qué es eso de estar obligado a volver?. Quien no desee ganarse la vida donde le corresponde que se la busque en otra parte, como hemos hecho otros a los que nadie ha subvencionado improbables exilios.

JON JUARISTI, ABC 12/05/2013