ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 25/07/15
· Querido J: Me ponen de un pésimo humor excelente los vahídos que van sobrecogiendo a los pequeños burgueses de la ciudad, y que vamos a concretar ahora en Xavier Trías, vahído y burgués. Al anterior alcalde le ha parecido mal que su sucesora Ada Colau haya metido la cabeza de Juan Carlos I en una caja. Bien está. No le pareció mal, sin embargo, que el 24 de diciembre de 2012, en el solemne acto de su última toma de posesión, el presidente Artur Mas tapara con una cortina negra el retrato de Juan Carlos I que preside el Salón de San Jorge. Y que, con algo más de sutileza, pervirtiera democráticamente su promesa institucional cuando dijo: «Sí, lo prometo, con plena fidelidad al pueblo catalán». La vigorosa tradición del desacatamiento en Cataluña es obra principal de Convergència y de Unió.
Han desobedecido instrucciones gubernamentales, han desobedecido sentencias y tienen ahora a su presidente imputado por desobediencia. Todo ello por no hablar de los desacatamientos simbólicos, como el que llevó al mismo presidente a sonreír satisfecho en el palco de un club de fútbol mientras la infame turba silbaba al himno y al Rey constitucionales. Su virtuoso ejemplo ha sido muy seguido. Destacó en el pasado don José Montilla, un socialista, que se atrevió a defender el desacatamiento a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto en estos términos inequívocos: «No hay tribunal que pueda juzgar ni nuestros sentimientos ni nuestra voluntad». Y el mismo eco de la desobediencia es el que se advierte ahora en estos hijastros de la convergencia y unión, comunistas escasamente alfabetizados, deudos de la subvención y orgullosos patrocinadores de una vida low cost.
La alcaldesa Colau llamó anteayer a las cámaras y les instó a filmar la decapitación simbólica del Rey Juan Carlos, una operación zafia, sucia, povera en todo su desarrollo (escalera de aluminio, cajas de cartón, funcionarios sudorosos, todo muy de su gusto), que incluso mandó practicar dos veces porque algunos rezagados no habían tomado bien el ángulo. No tengo ni que decirte, mi querido amigo, con qué delectación sumisa recogieron los medios la bruta ceremonia propagandística: los medios se quejan cuando alguien no responde a sus preguntas, pero jamás cuando les entregan hechas las respuestas. Es obvio que la alcaldesa Colau podía haber retirado en cualquier momento nocturno y alevoso el busto del Rey, y mucho más si su angélica intención era la de someterlo al paso del tiempo y a la evidencia de que era ya un rey abdicado. Pero lo hizo a pleno foco, porque lo único que le importaba era la ofensa.
Colau ha tenido sólidos maestros autóctonos en la artesanía del populismo. Y es difícil negarle el derecho a ofender en nombre del republicanismo cuando otros han ofendido al mismo Rey en nombre del catalanismo. Pero es que, además, y a diferencia de los vahídos burgueses, no ha engañado a nadie. Como ya te escribí acerca del asunto del negro Zapata esto es exactamente lo que el pueblo soberano (y a veces fundador) ha elegido. No hay traición, ni tan siquiera exceso. Colau ha prohibido la misa de homenaje que cada 19 de julio se organizaba en el Castillo de Montjuïc, en memoria de las víctimas de la justicia, pero también de la venganza, republicana. Entre ellas, por cierto, hay bastantes antepasados de los burgueses vahídos. Y ha anunciado, también, una revisión del peso que la simbología de la derecha política tiene en la monumentalidad y el honor lapidario de la ciudad.
Unas intenciones coherentes con su programa político y con su corte de cara. Aunque habrán de pasar, sin embargo, sus pruebas de fuego. Yo comprendo que para empezar la alcaldesa se entretenga con piezas menores, tipo Juan Carlos, Felipe VI, y los descendientes de fusilados y paseados de la Guerra Civil. Pero la hora de la verdad llegará cuando decida qué hacer, por ejemplo, con los honores que Barcelona rinde a Francesc Cambó, fundador del catalanismo y, en consecuencia, generoso financiador del Alzamiento Nacional. En fin: estoy seguro que la alcaldesa y su Pisarello no defraudarán a sus votantes, y le quitarán a Cambó su avenida y su estatuta, porque ellos han venido a cambiar el mundo y no a hacer la gara-gara.
La ofensa de Colau a la monarquía constitucional española, similar a las del alcalde Kichi de Cádiz, deben ser interpretadas a la luz del viejo precepto de la izquierda española de abolengo: esto es, que no hay mayor distinción entre el franquismo y la democracia, y que el dictador Franco es el que ha nombrado Rey a Felipe VI. Los populistas empiezan a tratar los símbolos constitucionales como algunos demócratas trataron a los franquistas y retiran bustos del Rey viejo como si fueran estatutas ecuestres de Franco. La melopea es total, pero por ese coñac se los votó. Lo interesante, en lo que nos ocupa y lo que vincula el telón negro sobre el Rey a su decapitación low cost, es que esa confusión deliberada entre dictadura y democracia es la misma que practica el nacionalismo cuando asegura que la ley democrática no puede interponerse en el camino de Cataluña hacia su libertad ayurvédica.
Mi querido y viejo amigo, se avecinan tiempos de un gran cromatismo. Mi impresión es que habrá que tocar fondo. De algún modo es necesario que todo este proceso de desequilibrio político culmine en un acto que las generaciones se pasen unas a otras como una cajita de caca. La última vez que España tocó fondo fue el 23 de febrero de 1981. En cuanto a nosotros, sentimos entonces una vergüenza estética, que es por donde entra siempre la ética, similar a la que ahora nos inspira el doble populismo. Pero fue cierto que tocar aquel fondo miserable impulsó el país hacia su mejor época.
Sigue con salud
ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 25/07/15